Luis Soldevila, librería Katakrak y festival Iruñea NOLA?, Pamplona
Respondo a tientas. Desconozco casi todo del contexto de la pregunta. No vivo en Barcelona y me atrevo a duras penas a esbozar unas consideraciones generales desde la distancia porque me lo pide gente querida.
La cosa es devolver la condición de “público” a un equipamiento público, ¿no? Quiero decir, que si empezamos por situar la pregunta, lo que está en discusión es qué tipo de intervención política sobre lo que ahora es la Sala Barts podría generar o proteger un bien común. No nos andemos por las ramas, hablamos de música, dinero y poder. El mercado en general y la industria cultural en particular concentra la riqueza y la toma de decisiones en pocas manos. ¿Qué tipo de institución musical podría operar a la inversa? ¿Cómo generar dinámicas concretas de democratización de la riqueza material y simbólica que se produce o circula en la ciudad gracias a la música? ¿Qué le pedimos a un equipamiento público ahora que la nueva normalidad invita también a un nuevo pacto social, a un reordenamiento de prioridades y a una distribución que ponga la reproducción de la vida por delante de la extracción de beneficios?
Confieso una intuición, aquí hemos venido a jugar. Creo que un proceso de investigación podría servir de guía. Imagino que se establece como objetivo registrar al detalle dónde y cómo se produce música en la ciudad, con el foco puesto en los vínculos sociales que genera la música, las comunidades que refuerza, los circuitos económicos que crea y las relaciones de poder que ratifica o desestabiliza. A partir de ahí, se pone en marcha un equipo dedicado a la documentación y reconocimiento de los patrimonios musicales que componen la ciudad, más allá de la distinción clásica entre consumidores y productores: espacios musicales, tradiciones e identidades, flujos migrantes y nuevas músicas vernáculas, sobre e infrarrepresentaciones. También sería necesario un estudio de los cercamientos que se dan sobre lo musical en la ciudad (grandes eventos, turismo, patrocinios) y una evaluación de las políticas públicas en vigor (básicamente, si se oponen o colaboran con dichos cercamientos). Entiendo que sería bastante fácil preparar una programación de conciertos, actividades formativas (charlas, cursos y talleres) y contenidos digitales, similares a los que ya se ofrecen en otras Casas de la Música, pero que acompañara la investigación. Que la complementara, de hecho, como apuesta de intervención, pues no se trata únicamente de analizar y registrar sino, además, de identificar e impulsar prácticas niveladoras, igualitarias o, como veníamos diciendo, democratizadoras.
La crisis tras el coronavirus será, con toda probabilidad, más profunda de lo que nos imaginamos. Quizá sea buen momento para reconocer que la música es un bien común y un trabajo esencial para la reproducción de la vida.
Luis Soldevila, librería Katakrak y festival Iruñea NOLA?, Pamplona
- Pots trobar els articles resum d’aquest reportatge aquí: Com imagineu una Casa de la Música de Barcelona? (1ª part) i (2ª part)
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