Ojala Esté Mi Bici
Lo que nos encontramos habitualmente con las salas públicas es que están secuestradas por una junta que no quiere o no sabe como hacer cosas (hacen pocos conciertos y cuando vas a pedir una fecha no hay ninguna disponible), que no tienen equipo y si lo tienen no te dejan tocarlo o está en un estado deplorable porque no saben ni como funciona; salas con trabajadores que ponen sus gustos personales como criterio en vez de sopesar la entidad del proyecto que presentas y que generalmente tampoco saben como montar un concierto y por lo tanto no saben qué preguntarte para ver si tú si que sabes; salas en las que ni siquiera hay un interlocutor con el que poder hablar y explicarle el proyecto de nuestro colectivo; salas con limitadores de volúmen que no permiten ni siquiera tocar con una batería.
En general no hay un criterio técnico o artístico o social ni tampoco procedimientos claros establecidos, casi en el 100% de los casos dependemos de la sintonía personal con alguien que trabaje en la sala o que esté en la junta. Esa no es manera de gestionar un espacio público.
También es muy habitual encontrar salas en las que no puedes cobrar entrada y/o llevar la barra, y que además te obligan a trabajar con su técnico, y en muchos casos, a pagar su sueldo. Obviamente el personal técnico debe cobrar por su trabajo, pero generalmente asumir este coste significa que no habrá dinero para cubrir los gastos las bandas, especialmente si no te dejan poner entrada. No tiene sentido que el técnico cobre y las bandas no. En otros casos, además, cobran alquiler por la sala. Todas estas condiciones económicas hacen que sea inviable montar conciertos en estos espacios sin tener que poner dinero de nuestro bolsillo, un completo disparate desde un punto de vista no comercial de la música.
Nos gusta pensar que una Casa de la Música de Barcelona debería ser conceptualmente parecida a una biblioteca: un equipamiento en beneficio público, con precios que impidan el lucro de promotores privados, solo para cubrir gastos, adecuados al salario medio de los ciudadanos, con un tope máximo y con descuentos para parados, jubilados y estudiantes. Para que un lugar así tenga un sentido verdaderamente público debería promoverse el uso de la sala pequeña, adecuada para la mayoría de los conciertos: para conseguirlo se necesitaría un equipo humano estable y capaz de convertir la sala en un lugar abierto a participación, con unos criterios técnicos, artísticos y sociales claros. En el aspecto técnico, se necesitaría un equipo de sonido siempre en buen estado y, como mínimo, un técnico residente (no subcontratado) que tenga claro dónde está y cómo funciona este equipo (¡sin obligar a las bandas o a los colectivos organizadores a pagar su sueldo!). Todo esto debería reflejarse también en el uso sala grande y en el resto de actividades: talleres, fórums, charlas, exposiciones o intercambios musicales de todo tipo, que deberían ser habituales en un lugar que quiera llamarse Casa de la Música. En resumen, es necesario evitar que funcione como una sala privada que prioriza sus actividades según el número de espectadores que pueda conseguir o los titulares/likes que pueda generar. Es necesario evitar esta lógica producto-consumidor: cuestionar y replantearlo todo para generar una gestión pública real, trabajando más los aspectos sociales que los meramente técnicos, alejándose del fondo y de las formas del negocio privado de la música y apostando por una cultura musical más abierta y participativa.
Ojala Esté Mi Bici
- Pots trobar els articles resum d’aquest reportatge aquí: Com imagineu una Casa de la Música de Barcelona? (1ª part) i (2ª part)
- I aquí pots trobar totes les opinions compartides.
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