Pedro Strukelj
SITUACIÓN
Muchos grupos y músicos de América Latina hacen gira por Europa sin pisar España. No hay productoras ni festivales que arriesguen por propuestas sin la garantía de un buen resultado económico. Aquí no hay mucha diferencia entre las iniciativas privadas y públicas. Después del 2008 el riesgo está reservado a las películas de ficción. El menú musical latinoamericano se reduce las conocidas y predecibles músicas latinas: Lila Downs, Julieta Venegas, Caetano Veloso, Pablo Milanés, Susana Baca y Fito Paez. Acaso algún festival de músicas modernas podrá apostar por Juana Molina como un gesto arriesgado, cuando es una figura consolidada. La programación en festivales y radios de la música de América Latina en Europa ronda entre el 5 y el 10%. Lo cual es poco considerando la riqueza en diversidad, la gran calidad y cantidad de propuestas existentes. La diferencia con la música de África es que en América Latina el mercado local es suficiente y la distancia con Europa es mayor.
Sin embargo hay muchos músicos no tan conocidos aquí, que giran hacia el centro de Europa y Japón y en muchos casos pasan por Barcelona como escala técnica, turística o afectiva. Y en este sentido la situación de Barcelona no debería ser la misma que la de Segovia o Bilbao. Aquí tenemos un aeropuerto relevante y una amplia comunidad latinoamericana. Un ejemplo significativo es el caso de la banda de Hermeto Pascoal, que en 2018, de camino a Pirineo Sur, pasó tres días de ida y un día de regreso por Barcelona. El año anterior habían podido tocar en el Jamboree ante un público que pagó 40€ sin visibilidad garantizada.
IDEAS
FLEXIBILIDAD EN LOS TIEMPOS DE LA PROGRAMACIÓN. Sería interesante que la voluntad de diversidad en la programación reconozca las diferencias estructurales que hay entre los grupos que vienen de América Latina con los que vienen de Europa. Cuando estos grupos logran cerrar una fecha en Europa que asume parte importante de los costos de traslado y se les confirman las ayudas para viajes (Ibermúsicas o ayudas estatales) es prácticamente imposible poder ampliar el cronograma de fechas previsto. Creo que hay que reconocer esta diferencia y aprovecharla a favor, por ejemplo, dejando algunas fechas libres para ser ocupadas por estas oportunidades que pueden suceder con 12 o 2 meses de antelación. En cuanto comience a generarse cierta serie de programación se activa una cadena casi natural de recomendaciones que puede alimentar una muy interesante programación.
EDUCACIÓN / DIVULGACIÓN / ARCHIVO. Dejando de lado la idea de programar conciertos como productos de calidad para públicos que eligen qué consumir, la visita de grupos de América Latina puede ser aprovechada como una herramienta para favorecer la convivencia, ampliar la tolerancia y fortalecer los lazos entre una sociedad irremediablemente diversa. La mañana previa al concierto, los grupos podrían recibir un grupo de una escuela, conversar con los alumnos sobre su trabajo y su vida. Cuando, por ejemplo, un grupo de Colombia trae una marimba y percusiones, aquello se convierte en una clase de geografía, de historia, de lengua, de danza y no sólo de música. Se reservan algunas entradas para que estos jóvenes o niños vengan con sus familias por la noche. En ese caso concreto, los chavales catalanes de origen colombiano sentirán que tienen un nuevo lugar dentro de su realidad dentro y fuera de su escuela. Podrían grabarse entrevistas al margen de vender tickets, para enriquecer un archivo cultural digital que supere la producción de un “evento”. Hay muchos músicos que tienen una gran vocación por compartir sus experiencias e intercambiar con músicos de esta tierra que reconocen cercana. La miradita colonial está todavía muy presente.
FORMALIZAR UN POST-CONCIERTO. Sería genial que después del concierto se pudiera plantear una juerga posterior en el bar de arriba, con músicos afines locales. Por la ubicación del Arteria/Barts, es ideal, incluso pensando en ese sitio donde pueden ir los músicos después de los conciertos. En el mundo del flamenco una temporada estaba el soniquete y te encontrabas tremendos potajes musicales ahí, improvisados. Masterclasses de verdad que sólo necesitan contextos favorables.
GRATUIDAD. Me parece que hay que saber entender y aplicar la gratuidad de las actividades culturales. No como chocolatada electoral con melindros tóxicos de 15céntimos, ni como concierto masivo para mejorar el índice de participación del festival. Gratuidad para incentivar la curiosidad, para ayudarnos a cruzar las barreras de los prejuicios y combinar las comunidades.
PERIODICIDADES. Sería interesante que para favorecer las relaciones comunitarias a través de la música, se planteen programaciones con cierta continuidad. Los evangelistas y los bailarines de swing lo tienen muy claro. Cada semana, o cada mes pasa tal cosa.
Pedro Strukelj
- Pots trobar els articles resum d’aquest reportatge aquí: Com imagineu una Casa de la Música de Barcelona? (1ª part) i (2ª part)
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