VIERNES 15 DE MARZO
He ido a una reunión a un bar que se llama Brusi. No había entrado nunca tampoco. Está en el Gótic, no en el Raval… pero como las otras veces me ha parecido buena excusa bajarme en otra parada de metro y pasar por las calles de Consuelo.
No ha sido una deriva interesante. Tampoco estoy de muy buen humor. Tengo la vida un poco descuajaringada y no soy capaz de ponerme a pensar en el proyecto sin que se me crucen otros pensamientos por la cabeza. He pasado por la calle Sant Pau con prisa, sin fijarme en nada. Turistas, tarjetas sim a 5 €, tres cruasanes a 1,50 y pegatinas en las maderas viejas que dicen que existimos.
Al llegar al Brusi había cuatro del entorno de Nativa reunidos alrededor de una butifarra con xampinyons. Me he pedido un chato de vino. He estado más atenta a la señora de 300 años que cuida del bebé que vive en el Brusi que de la conversa. ¿Qué razones le impiden a esa mujer jubilarse y cuanto de propias serán? En algún hilo mental así estaría yo cuando me han preguntado por mí los cuatro de la mesa.
Les he contado mi neura, es decir (de Nativa, ya tal): les he hablado de Consuelo y la distancia enorme que me separa del Raval a pesar de haberlo tenido en el imaginario cercano toda la vida.
Marta, que es escritora, lleva 10 años viviendo allí. Esta mujer es como un saco de afectos. No sé si me ha dado la sensación por la chaqueta, por lo risueña que ha estado toda la tarde o por su tono de voz dulce a lo locutora de noches. Así que luego me las he hecho venir para acompañarla a casa y que me siguiera contando cosas.
Nos hemos parado delante del piso de Consuelo. Casualmente hay un cartel de Engels & Wolkers y lo están reformando. “Muy significativo” me ha dicho Marta. Es un buen piso para hacer un buen negocio: cerquita de las Ramblas, viejo, pero no demasiado pequeño (como otros del Raval más interior). Cualquiera con la pasta se lo va a quitar de las manos. Que fieras son los EngelsandWolkers. Como saben. Me pregunto qué habrá pasado con los inquilinos anteriores. Mis amigos ya hace varios años que se fueron. Alguien habría.
Nos ha dado una tristeza que por algún motivo nos ha llevado a hablar de Santa Rita, como si Marta fuera capaz de meterse con una risa en toda la historia de las mujeres viejas de mi árbol familiar y adivinar nuestra línea argumental.
Me ha contado que en la iglesia de San Agustí hay una imagen de Santa Rita de Cascia a la que el barrio le tiene mucha devoción (sobre todo la comunidad filipina) y le celebran una súper fiesta en Mayo. De golpe tengo algo que contarle a mi madre que le va a gustar.
Marta me ha confesado que alguna vez ha bajado a ponerle una vela para que le salga bien algún proyecto. Esta devoción a la patrona de los imposibles en el barrio nos ha parecido tan significativa como el cartel de Engel & Wolkers. Yo le he contado todo lo que sé de Santa Rita que es mogollón. Mi abuela materna (de la generación que pasó la guerra y poco fue a la escuela) me hacía leerle cuentos ilustrados de santos. A mí me gustaba hacer eso. El de Santa Rita me impresionaba desde lo terrible porque tenía unas ilustraciones y metáforas de su marido e hijos maltratandola… un poco chungas. Además, en verano, en el pueblo, cuidabamos de la hornacina de la santa por una semana y si no recuerdo mal creo que había un calendario en la alacena.
Consuelo (que en todas sus fotos familiares luce medallas y cruces) probablemente, y más viviendo en la calle, le pidiera por algún imposible. ¿Qué imposibles tendría bien documentados? ¿Su amante? ¿El trabajo? ¿Irse del barrio? Imposible saberlo, habré de preguntárselo a la santa.
Al dejar a Marta, confieso que he ido a la iglesia a ver a la Rita de Barcelona por curiosidad. Como me pone un poco lo ritual, le he dejado un papel a ver si me ayuda con el proyecto y con mi vida en general. En los 5 minutos que he estado en la iglesia han entrado y salido 3 mujeres de la capilla de Santa Rita. Al salir he llamado a mi madre y se lo he dicho. Se ha puesto muy contenta… A ver, si, la he llamado porque sabía que iba a quedar bien diciéndole esto. Curiosamente, solo se ha preocupado por si le había contado a la escritora (a Marta) que tenemos una bisabuela y mogollón de primas que se llaman María Rita en la familia. Le he contado que sí, que lo he hecho muy bien, que se lo he contado todo y me ha pedido por favor venir conmigo a la procesión del 22 de mayo. Bueno pues sí, yo que sé, en realidad es un planazo para vivir un poco la vida de una señora ¿Y quién no quiere llevarse bien con los imposibles? Me apunto el día.
***
No paro de darle vueltas a por qué para mi madre era importante que Marta supiera lo de las primas. Además, que las cuento… y tampoco son tantas.
Proyecto seleccionado en la convovocatoria 2018 de Sala d’Art Jove. (https://www.saladartjove.cat)
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