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Conversación casera sobre música y educación

SARA FONTÁN es violinista y profesora de música en l’Escola Municipal de Música del Prat.

EDI POU es periodista, músico autodidacta e imparte talleres de improvisación conducida para niños y adultos.

La hora de la cena es casi siempre un buen momento para hablar. Un diálogo entre alimentos suele ser un diálogo donde se escucha y los turnos de palabra pasan entre cucharadas. En nuestras cenas, a veces se habla de educación, de música, de política, de familiares, de amigos, de recetas, de películas, de hijos, de salud, de sentimientos…

NATIVA nos pidió un artículo sobre qué debemos saber de música y cómo debe enseñarse, en el que citáramos distintos proyectos educativos existentes. A veces nos hemos ido del tema, como el que se salta la receta, obvia ingredientes y añade lo que tiene en la nevera. Esto no pretende ser un artículo exhaustivo sobre todo lo que se está haciendo, sino una conversación sobre lo poco que conocemos.

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¿La música es útil o es una chorrada de pregunta?

Edi: Primera pregunta: enseñar música, ¿es útil?

Sara: ¿Qué chorrada de pregunta es esa?

Edi: Un antiguo compañero de colegio decía el otro día en un grupo de whatsapp que las humanidades no son necesarias en las escuelas, que leyendo ya te lo puedes aprender tú solito por tu cuenta. Y, claro, visto así, la música a corto plazo…

Sara: ¿Qué?

Edi: Pues que a corto plazo es útil sumar, cocinar, hacer los IVAs…

Sara: A un niño se le enseña a sumar con la música, a memorizar, a entender esquemas, a recordar patrones, a controlar sus emociones, su respiración, sus extremidades, su cabeza…

Edi: Lo digo en el sentido wertiano de la utilidad, eh. Todo eso de enfocar la escuela hacia la salida profesional, hacer inglés, informática…

Sara: Vamos a otro apartado porque esto es una chorrada.

Edi: No estoy de acuerdo, eh. Pero es una corriente de pensamiento muy presente en los medios de comuni…

Sara: ¡Está súper demostrado! El que diga lo contrario que vaya al Google. Es más: se ha tenido que demostrar con mil estudios y artículos que la música es ‘útil’, en el sentido que dices tú, ¡para que se legitime! Aunque lo más importante es que los niños disfrutan tocando y eso tendría que ser suficiente. Igual que tienen unas horas de patio para jugar a pelota y eso también les va bien.

Edi: Ya…

Sara: En casi todos los idiomas se dice play music, jouer de la musique. ¡Jugar! Aquí se ‘toca”’ un instrumento. Y es evidente y probado que la música hace que el cerebro funcione mejor. En concreto, y a corto plazo, sirve para quitarse vergüenzas y ser capaces de exponerse ante un público. O sea, que un speech en el Mobile World Congress les costaría menos. Además, con la música desarrollan sensaciones, sentimientos… Les abre por dentro a nivel emocional.

Edi: Eso, a medio plazo. Y si hacemos un zoom out bestial, vemos que la humanidad lo ha petado porque tiene un cerebro capaz de generar nuevas relaciones y principios. Y si lo cerramos demasiado pronto con datos concretos y respuestas finales…

Sara: ¿Estás hablando de ese rollo de la trepanación en Inglaterra?

Edi: No. Estoy diciendo que la música y tocar en grupo es una forma buenísima de abonar el terreno que es nuestro cerebro. El ser humano estudia cada vez más y tarda cada vez más en especializarse y la música tendría que tener un papel crucial para facilitar ese ‘cultivo cerebral’.

Sara: Y la danza.

Edi: Por supuesto.

Qué tenemos que saber de música

Edi: Entonces, ¿qué tenemos que saber de música?

Sara: A ver… ¿tú enseñas música o enseñas a tocar?

Edi: ¡Buena! Lo primero que me viene a la cabeza es John Blacking, el de “¿Hay música en el hombre?”. Como etnomusicólogo, Blacking viaja y convive con varias culturas no occidentalizadas para darse cuenta de lo que hemos hecho con la música en Europa, que es reducirla a un estrato especializado, como una profesión, con grandes genios e intérpretes, ante los cuales el público va a mirar o admirar.

Sara: Eso no es malo que exista. El problema es que se ha perdido la otra parte. Hemos perdido la cultura popular, la música tocada por todos, que se sigue considerando como algo de niños.

Edi: Es que la música es un lenguaje, que aparece al mismo tiempo que el habla.

Sara: O antes.

lo que hemos hecho con la música en Europa, que es reducirla a un estrato especializado, como una profesión, con grandes “genios” e intérpretes, ante los cuales el público va a mirar o admirar

Edi: Y habría que recuperarla de nuevo como lenguaje, para una comunicación multilateral. Si no, es como si sólo usásemos la palabra para filosofar. La palabra sirve para mil cosas. Me viene a la cabeza lo que me contó Pau, de Za!, cuando fue una tarde a la Associaçao dos Músicos Moçambicanos en Maputo: estaban ahí reunidos, charlando, instrumento en mano. Y de la misma forma que iban hablando, alguno empezaba a tocar, otro le seguía, otro le daba apoyo, otro callaba un rato, se sumaba luego… Al cabo de un rato, la música se iba desvaneciendo y alguien hablaba, otro conversaba con él. ¿Me entiendes? La música tenía la misma forma y estructura que una conversación, una charla. Se entrecruzaban y alternaban charlas verbales y musicales. Se estaban comunicando de distintas formas.

Sara: Eso requiere unas aptitudes, requiere dedicarle tiempo. No aprendemos a hablar así de la nada: nos lleva años, escuchar cada día, en versión lenta, rápida, voces y timbres diferentes.

E : Y eso es quizás lo que se tendría que enseñar: estos mínimos para mantener una conversación musical entre nosotros.

Sara: Esos mínimos que tú dices son mucho trabajo. Pau lleva tocando muchos años muchas horas al día y esos músicos de Mozambique entiendo que no pillaron un djembe diez minutos y ya pudieron entrar en la conversación. Seguir la pulsación sería lo primero; cantar, también. Cuando tú enseñas a niños pequeñitos, de lo primero que enseñas son esas dos cosas, para que así puedan jugar (play music!) juntos. Después, unos patrones. Y aquí ya se complica la cosa. Pero sí, el ideal sería enseñar unos mínimos para que las personas fuesen autónomas en, ni que sea, el pop, que es nuestra nueva cultura popular.

Edi: A mí me gusta mucho una de las premisas que me contaste de la nueva Escola Municipal de Música del Prat: conseguir que los chavales queden para tocar, de la misma forma que quedan para jugar a la play o al baloncesto.

Sara: Pero la sociedad es tan individualista que muchos alumnos lo que quieren es tocar bien ellos. No piensan en grupo ni en nada de lo que estamos diciendo. El otro día al terminar de tocar un tema con once violines, les pregunté si habíamos sonado juntos y uno contestó: “Sí, yo sí”. Úneme al grupo de whatsapp ese donde dicen que la música no es útil, ¡va!

Edi: Esta cultura del tocar juntos no está muy extendida aquí y no hay muchos locales que lo hagan posible.

Sara: Lo que hay son muchas tiendas y bares, y en casi ninguno se puede tocar. Si se pudiera, los chavales tendrían más ganas, imagino. Y después irían a clases a mejorar. Porque dar clase, al final, es acelerar este proceso.

Edi: Pero en la enseñanza musical, algo hemos hecho mal cuando…

Sara: ¡Yo no he hecho nada mal! Haha!

eso es quizás lo que se tendría que enseñar, tener estos mínimos para mantener una “conversación musical” entre nosotros

Edi: Perdón. Algo habrán hecho mal cuando tenemos tantos amigos que se han cascado ocho años de piano en el conservatorio y después no tocan nunca el piano. “Uy, no no me hagas tocar” o “no tengo nada preparado”. Como te pasaba a ti cuando eras adolescente y te pedían que tocaras algo en una comida familiar.

Sara: Porque nos enseñaron a competir como en el deporte. Porque se enseñaba música en clases individuales. Y porque nos enseñaron a tocar un instrumento leyendo una partitura compuesta por un genio. ¡Presión, la justa!

Edi: Ojo, en el deporte sí hay mucha gente que juega por placer y hace pachangas con los amigos.

Sara: El conservatorio formaba deportistas de élite.

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Edi: Y hay un problema en la forma de enseñar cuando después no saben aplicarlo a tocar juntos, a sumarse a una pachanga musical.

Sara: Lo han memorizado de un papel y luego lo han tocado en un aula con un profe y en una audición. Lo han preparado durante tres meses. Si no han salido del papel, es muy complicado. Pero no es nada fácil enseñar de otra forma, no te pienses.

Edi: Todos deberíamos conocer una base, los rudimentos del lenguaje. Y, a partir de aquí, el que quiera estudiar más que lo haga, por supuesto. Pero nos saltamos esta primera parte, la base. Todos sabemos hablar un idioma, y hay gente que le cuesta más y gente que menos.

Sara: También hay gente que no le interesa, eh. Tengo alumnos que lo único que quieren es saber tocar cuatro versiones. Y me parece perfecto: haciendo ensembles y sacándonos una de Bob Marley, aprenden los rudimentos y los cimientos de una canción, las relaciones entre acordes…

Edi: ¡Como el sujeto y el predicado!

Sara: Ahí sí que hay cultura popular. Como la rueda de acordes del blues. Una vez que la sabes ya puedes seguirlo.

Edi: Tocarlo en grupo, crear uno nuevo…

Sara: Es que eso de si la música es útil o no es útil, ¡vaya chorrada de debate!

Resultados

Edi: También hay otro tema clave, que es el de la inclusión versus bajar el nivel. Si queremos que todos toquen, ¿sonará ‘peor’?

Porque nos enseñaron a competir como en el deporte, porque se enseñaba música en clases individuales

Sara: ‘Mejor’ o ‘peor’ es un debate semántico. La finalidad no es que toquen mejor o peor: ¡la finalidad es que toquen música! Yo vengo de una educación deportiva en un conservatorio inglés donde tenías que ser la mejor individualmente. Si no tocabas lo suficientemente bien, te colocaban en alguna de las varias orquestas que había.

Edi: Como Primera División, Segunda División…

Sara: Y te sentaban delante o detrás en la orquesta según tu nivel. Y tú ya sabías quiénes eran los mejores o los peores. Y veías quién hablaba con quién. Eso marcaba las relaciones entre nosotros.

Edi: ¡Whiplash total! ¡Whiplashada!

Sara: Es que Whiplash no está lejos de la realidad. Es una caricatura basada en la realidad de los conservatorios americanos y europeos. Yo me levantaba cada mañana a las seis a ver si llegaba al conservatorio antes que aquella alumna china, pero cuando yo llegaba, ¡ella siempre estaba! Practicando y practicando en solitario.

Edi: Lo que pasa es que está muy bien decir que todos toquemos, pero luego hay una obsesión de los colegios para sacar ‘genios’ y una obsesión de los colegios y los padres por los ‘resultados’. Conciertos, vídeos en facebook, blogs en internet contándolo todo…

Sara: Sin duda, la educación busca la excelencia, pero los niños también necesitan resultados, ojo. La experiencia de subirse al escenario es necesaria. Y hay niños de cuatro años que después de ese concierto, ¡empiezan a hablar! Han sentido algo que no habían sentido nunca en términos de confianza y de formar parte del colectivo. Si no hay la motivación de subir, dejarás de tocar.

Edi: No estoy de acuerdo. Tocar tocarás igual: para ti.

Sara: No, sin esa gratificación tú también habrías dejado de tocar. Tú y todos. Sólo entrenar se aguanta un tiempo. Necesitamos retos, sensaciones, transmitir y tener una experiencia musical colectiva y completa.

Edi: No sé… Hay gente que sólo toca en comidas familiares.

Sara: Bueno, es su escenario. No me refiero estrictamente a una sala de conciertos.

Edi: Esto de los niveles de música… Pensando en voz alta, se me ocurre que con las mates también hay niños más buenos y más malos ¡y no enseñamos mates solamente a los buenos! Hay gente que saca sobre, gente que aprueba, gente que lo aplicará laboralmente y gente que no.

Sara: Ya, pero en la música se nota cuando alguien desafina o pierde el ritmo! En el proyecto Entreinstruments que llevamos a cabo en varios colegios del Prat, todos tocan y se mezclan niños de varias edades. Es precioso ver como se esfuerzan, se ayudan y consiguen formar una orquesta hermosa. Uno de los conciertos que hicimos fue en una llar d’avis que hay al lado del colegio y la de cosas que pudieron aprender y vivir en una sola tarde no te las acabas.

Cortos y externos, largos e integrados

Edi: Si hablamos de proyectos en concreto, veo claramente dos tipos: proyectos cortos y externos o largos e integrados.

Sara: Proyectos en los que el ‘artista’ viene de fuera y hace su masterclass o proyectos en los que se trabaja con todos los niveles del centro, también con el profesorado.

¿a quién hay que educar: a los niños, o a los profes?

Edi: Hablando con amigos que han hecho el proyecto Creadors En Residència (donde un artista o colectivo artístico imparte una asignatura durante todo un curso escolar en un instituto de Barcelona), varios coinciden en que hubo un problema: el colegio no le dio la importancia suficiente al proyecto. Y los niños, que no son tontos, lo notaron y se tomaron la asignatura como algo inútil, como una “maría”. Absentismo, pasotismo y risas.

Sara: Pero claro, Edi: ¿a quién hay que educar? ¿a los niños o a los profes? Y los artistas, ¿qué herramientas pedagógicas tienen para enfrentarse a una clase de 25 adolescentes? ¡Enseñar parece muy fácil!

Edi: Qué va, a mí me parece de lo más jodido. Siempre me da mucho más respeto hacer un taller que un concierto.

Sara: El Graner desarrolla la producción de residencias de danza y artes escénicas en muchas escoles bressol. ¿Y sabes qué es lo primero que hacen? Antes que nada, hacen un taller para los profes. Así estos podrán continuar nutriendo a sus alumnos con elementos del cuerpo.

Edi: No lo sabía.

Sara: Los proyectos de corta duración son como un caramelito: viene un artista de fuera y ya está. Queda claro que el arte es algo que está fuera de la educación. El objetivo es que estuviera integrado, sean ‘artistas’ externos o personal docente quien lo imparta. Que no sea una seta ahí en medio. Porque aunque lo valoren y le den su importancia, siempre será una seta ahí en medio. ¿Cómo consumes la cultura y el arte? ¿De forma anecdótica o como parte de tu vida? Si en la escuela es visto como ese caramelito, siempre verás el arte de la misma forma.

Edi: Me flipa todo lo que se hace en la Escola Pepa Colomer del Prat, un centro público en una de las zonas menos boyantes del municipio y del área metropolitana, pero que basa su proyecto educativo en hacer muchísimas actividades de este tipo. Tú misma ahí haces el Entrecordes, pero hay muchos proyectos más.

Sara: De hecho, hace pocos días el Pepa Colomer participó en un encuentro en Viena bajo el título “Arte para la motivación”.

Edi: ¡Gran título para lo que estamos hablando!

Sara: Cada país presenta un proyecto artístico según la metodología del MUS-E, una iniciativa creada por Yeduhi Menuhin. La idea clave del MUS-E es que la música debe formar parte de la educación y ser accesible a todas las personas.

Edi: 100% de acuerdo, pero hoy en día no pasa y estos proyectos externos son útiles y efectivos porque consiguen que los niños se sientan importantes, sientan que pasa algo especial.

Sara: Son útiles, sí, pero en un mundo ideal la escuela pública tendría que ofrecer una enseñanza cultural de calidad y continua. Otro ejemplo de proyecto perenne es ConArte. Creo firmemente que estos proyectos dejan un poso y no sólo una anécdota en los alumnos.

la música debe formar parte de la educación y ser accesible a todas las personas

Edi: Recuerdo el En Residència que hizo Aimar Pérez-Galí en el instituto Menéndez y Pelayo. Pau y yo fuimos un día a hacer un tallercito de impro conducida en febrero y luego volvimos a ver a los alumnos el último día, el día de la presentación en el Mercat de les Flors. Y flipé con el cambio que habían realizado los chavales adolescentes. No sé si desarrollaron pasión por la danza, pero la relación dentro de la clase era mucho más madura. El contacto físico entre ellos, su forma de hablar en público… Flipé, habían adquirido conciencia de sí mismos y de grupo.

Sara: Porque Aimar se ha preparado mucho en pedagogía. Los profes tienen que enseñar y ayudar a los artistas en eso. Es bidireccional.

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Edi: Pau hizo un En Residència y después de hacerlo apostaba por comprimir las sesiones y hacer dos semanas muy intensas, más que una asignatura anual diluida entre las demás.

Sara: Para el lenguaje del Caballo Ganador es perfecto el timing que dice Pau. Y con esta intensidad dejas una semilla para que se hagan sus propias señales de improvisación. Pero depende de lo que enseñes. Para enseñar a tocar un instrumento y los rudimentos básicos de la música necesitas más tiempo, claro. Los proyectos que mejor funcionan son aquellos en los que toda la escuela está volcada y en los que la vivencia cooperativa está asegurada. Como en la Escola de Rock de Gavà o el proyecto comunitario Riborquestra, que hace un trabajo increíble de cohesión social en el barrio del Raval.

Edi: Lo más especial de l’Escola de Rock del cole San Pedro de Gavà es que es de los pocos proyectos donde les enseñan lo que hay alrededor del mundo de la música y del rock en particular: hay niños que se encargan de montar el backline, otros preparan una entrevista al grupo, los más peques hacen pósters del grupo…

Sara: Todo el cole está mega implicado en l’Escola de Rock y los niños funcionan por imitación. Si todos los adultos quedasen para tocar en lugar de ver el fútbol, ¡quedar para tocar molaría!

¿Tu enseñas o educas?

Edi: Oye, ¿y aquello de generar conocimiento y transmitir conocimiento?

Sara: Espera, espera… ¡ahora te pregunto yo!

Edi: ¡Es que soy periodista!

Sara: ¡Cállate! ¿Tú enseñas o educas?

Edi: … … …

Sara: ¿Qué, neno?

Edi: Estoy pensando.

Sara: ¿Qué?

Edi: Estoy pensando que enseñar y educar son dos cosas que van en paralelo con ritmos distintos. Y una cosa hace más ruido que la otra. Enseñar exige gesticular mucho, mientras la educación se cuela detrás de esos gestos. Personalmente, mi manera de enseñar música es usando las señales de improvisación. Y a través de ellas se puede educar.

Sara: Ejemplo.

Edi: Un taller que dimos Pau y yo en el Instituto Arquitecte Manuel Raspall de Cardedeu. El niño más disruptivo, el que tenía que estar con una cuidadora al lado, fue el que dirigió mejor la orquesta cuando se le dio la oportunidad. También fue el que se atrevió a improvisar realmente y a no repetir frases ya conocidas. En ese momento, el niño se sintió fuera del rol al que le tienen acostumbrado y encasillado y los demás alumnos de la clase se llevaron una cura de humildad y vieron que de él también podían aprender. Estos talleres cortos sirven para cambiar los roles impuestos en clase y replantearlos.

Sara: Tengo más preguntas.

Edi: Ay…

Sara: ¿Te has encontrado generando conocimiento o compartiendo conocimiento?

Edi: Yo creo que me gustaría compartir, pero más bien genero. Por la corta duración. Esto de compartir es una sorpresa agradable cuando pasa más que una realidad.

Sara: De ahí que yo cuestione las cortas duraciones. Aunque las admiro y funcionan, insisto en que la cultura debería formar parte de una enseñanza continua donde se comparte conocimiento.

Edi: Como el Five Days To Dance. Es algo precioso, pero mega concreto y muy poco variable. No se genera novedad: se comparte un curso preparado. Es normal en proyectos cortos. Sólo cuando hemos hecho talleres avanzados de Caballo más largos hemos creado nuevas señales y nuevos juegos.

Sara: No sé si es de educación, pero te lo voy a preguntar. Cuando haces tu música, ¿eres consciente de que hay un intercambio cultural?

Edi: Depende. Si estoy tocando en un sitio que fomenta la súper diferencia entre grupo y público y que fomenta esa distancia física, con elementos que distorsionan, no es un intercambio: es una exhibición. Si se crea un clima de conversación y celebración común, como en el Liceo Mutante, pues sí.

Sara: ¿Y qué celebráis?

Edi: La vida, una forma de hacer las cosas…

Sara: Eso ya es otro artículo, ¿no?

Edi: Sí. Espera, que paro de grabar.


LOS DOCE PROYECTOS CITADOS:

Escola Municipal de Música del Prat

Entreinstruments

Creadors En Residència

El Graner (Curs de formació Escoles Bressol)

Escola Pepa Colomer

Entrecordes

MUS-E

ConArte

Talleres de Improvisación Conducida (ZA!)

Escola de Rock de Gavà

Riborquestra

Five Days To Dance


Una resposta

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  1. josep says

    Molt bo!



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