Para Gramsci el sentido común funciona como una especie de estrategia de las élites políticas y culturales, propietarias de la palabra y las ideas, para mantener el poder y perdurar en el tiempo. Las clases populares han asumido que su acceso al pensamiento, la crítica y la palabra viene dado por unas ideas que son irrefutables e inamovibles y de las cuales desconocen el origen, su base filosófica, pero que han de ser aceptadas, todo el mundo lo sabe, ayudando a mantener la inmadurez política y cultural que tanto interesa al poder.
Esta asimilación de lo que es sentido común consigue que tarde o temprano las medidas de austeridad, los rescates o el límite de endeudamiento sean cosas que se hacen como si fuera la única salida y no se las piense como algo más cercano a la ideología. Que sea lo que hay que hacer, como si de ciencia se tratase, a la que solo unos pocos especialistas ( Trichet, Lagarde, Merkel, Botín…) pueden acceder a comprender, mientras que el resto de la ciudadanía aceptamos con sentido común como baja nuestro nivel de vida y lo peor de todo, nuestras expectativas.
Hay una frase que muchas veces oigo a políticos y empresarios y me da especial grima: “Hemos hecho los deberes”, “nuestra empresa ha hecho los deberes”, “nuestro gobierno ha hecho los deberes”. Se dice de tal manera y con tal auto confianza que parece decir que se ha hecho lo único que se podía hacer, lo que toca, lo irrefutable e inamovible que es de sentido común hacer. Una segunda lectura, envenenada por mi parte, de esta expresión también nos da a entender que estos se han portado bien y que han sido buenos chicos, que el profe no les regañará como al resto, que son unos vagos y unos mediocres, pero denotando falta de iniciativa e infantilismo en la toma de decisiones ya que los deberes vienen impuestos como una única acción posible.
En estos momentos de vuelta al orden en las urnas y desorden latente en las calles, se hace más necesario que nunca pensar las cosas una y mil veces. Buscar otras cinco razones al primer por qué y dar una patada en el culo al sentido común, con ilusión. Y aquí entra todo: economía, genero, familia, escuela, relaciones sociales, cultura…
La cultura siempre ha sido vista como una herramienta de representación social, de un momento histórico, de una ética y una estética asociada. La cultura, a veces, ha sido vanguardia de pensamiento, generador de preguntas y múltiples respuestas pero en la mayoría de los casos ha sido absorbida por la economía, el negocio o la simple subsistencia y la que intenta ejercer la crítica camina errante entre el querer y no poder. La subversión termina por convertirse en broma y la obra en crítica de si misma.
Si la duda de que estas estéticas “emancipadoras” acaben siendo devoradas por el sistema siempre está, entonces propondremos la huelga sin final del sentido común. Sin deberes pendientes, con todo por hacer.
Per fi algú s’ha atrevit a dir-ho. Pensava que era jo la que tenia un problema, potser per un excés d’això precisament, de sentit comú.
M’ha agradat molt Cristina.
Quina tornada més estupenda! a fer soroll s’ha dit!
m.
El sentit comú és com la cultura o les lleis: pobres prostitutes disfressades amb bona roba, explotades per qui detenta el poder però obligades a sortir i fer bona cara quan convé, perquè el poderós/ossa en pugui presumir.