En estos días de confinamiento, de Covid19, de colapso sanitario, de emergencia social y económica y de muertes que le duelen al cuerpo colectivo (porque sí, toda muerte es política), en estos días es que nosotras, libreras, editoras, cualquieras, también tomamos la palabra.
En estos días, multiplicidad de librerías, editoriales y distribuidoras alternativas no sólo nos fuimos al rincón del cerrar, dentro de las medidas impuestas a partir de la declaración del estado de alarma, sino que también nos fuimos al rincón del co-pensar. Durante todas estas semanas han surgido una diversidad de experiencias de cooperación, de solidaridad e inteligencia colectiva en el marco de la crisis que inhabilitan una lectura sectorial del relato de lucha en el mundo del libro.
Un ecosistema es una comunidad de organismos vivos, y no vivos, que interactúan entre sí. Dentro de los ecosistemas se forman series de cadenas, cadenas de interdependencia entre los organismos del sistema. El ecosistema las engloba a todas.
Si esto lo llevamos al mundo del libro, el ecosistema no puede ser una palabra que simplemente sustituya a la clásica cadena de valor Autor -> Editor -> Distribuidor -> Transportista -> Librero -> Lector sino que más bien la amplía y la desborda como imagen. Los ecosistemas son redes de interacciones, el ecosistema del libro también, y dependemos de estas interacciones, somos una comunidad interdependiente, en la que todas dependemos de todas.
Cuerpos que importan
En el contexto de emergencia económica y social que estamos viviendo, ciertas librerías, editoriales y distribuidoras, hemos optado por suspender los envíos de libros durante las seis primeras semanas de confinamiento (incluso coincidiendo en la mayor fiesta en torno al libro en Catalunya: Sant Jordi). Es decir, no sólo por las medidas dictadas bajo el estado de alarma, cerrar las librerías, sino suspender por decisión propia y colectiva los envíos a domicilio, invitando en ese sentido a una compra pausada, en un tiempo que ponga en el centro el cuidado de todas las integrantes de ese ecosistema. Decidimos dejar de hacer envíos a domicilio en solidaridad con las personas que trabajan en mensajería y con la comunidad, aunque esta medida afectase claramente las economías de los proyectos. Este ejemplo de autogobierno pone en evidencia como el ecosistema del libro puede tener agencia y maneras de fraternidad horizontal.
¿Qué lectura podríamos realizar de la experiencia de diversas librerías de suspender la entrega a domicilio de libros? Una de ellas podría ser la de una huelga por abajo, una medida tomada por fuera del paquete de medidas marcado desde las administraciones. Es decir, una decisión colectiva que se expandió y a la que se han sumado una gran cantidad de librerías. En la era Amazon y O-globo, la decisión de las librerías de parar los envíos muestra por un lado que hay capacidad de coordinación, de decisión por abajo y de acción. A la vez, des-sectorializa la decisión porque lanza la propuesta a las comunidades lectoras de qué hacer cuando son las librerías independientes, pequeñas muchas de ellas, cooperativas algunas, de proximidad otras las que lanzan una iniciativa concreta: dar soporte a la decisión de no servir temporalmente. La gran parte de librerías proponen comprar o escoger ahora y servir pasadas las semanas de confinamiento. Al haber habido apoyo a esa decisión, ese gesto fraterno de no servir libros a cualquier coste se hace extenso a las comunidades lectoras porque se lo apropian y deciden sumarse a la espera. Y es que el coste, en este caso, hubiera sido la exposición y la fragilización de otros cuerpos. Y que esos cuerpos importan. Cuerpos de compañeras del transporte que una y más veces nos han narrado de viva voz y cotidianamente las condiciones de trabajo de la logística de las entregas y envíos en la fase actual del capital. Tercerización, precariedad, sobrecarga horaria, estrés procedimental de las entregas, etc. El hecho de no haber servido a domicilio en el marco del Día del Libro es un gesto claro y explícito de que esos cuerpos, hermanos, sí importan. Frente a la era Amazon, frente al salvamos nuestro proyecto sin pensar en el ecosistema amplio, por fuera de esa lógica unilateral, en sus bordes, crece la hierba, es decir, experiencias que no confrontan, sino que conforman y ensayan otras prácticas de vida.
Los recursos de todas
Durante las semanas de confinamiento, al igual que en otros escenarios sociales, también en el mundo del libro –particularmente allí donde hay comunidades vivas y críticas– se ha activado el apoyo mutuo. Llamadas telefónicas, gente queriendo solidarizarse con los espacios libreros como confirmación de que las librerías hoy, y tal vez siempre, han sido mucho más que espacios de venta de libros (casas de encuentro, de producción de pensamiento, de generación de tejido comunitario). Ahí, en el marco de la crisis, comunidades activando modos de hacer el aguante a sus librerías de referencia. Y también un modo de soporte entre librerías: una articulación que no uniformiza las experiencias, sino que ha sido basada en la intercooperación y en la singularidad y autonomía de cada proyecto.
Y la pregunta latente ¿qué modelo de economía queremos defender y ensayar para que esta multiplicidad de iniciativas libreras no sucumba y prolongue vida social y política? ¿Tiene sentido que se base en incentivar la compra unilateral del libro sin replantearnos qué tipo de consumo? ¿Tiene sentido que para hacer viables nuestras iniciativas la respuesta sea aumentar el nivel de ganancia? ¿Debería nuestra subsistencia depender de la lógica neoliberal? El capitalismo se basa en este funcionamiento: las empresas para sobrevivir tras una crisis, tienen que buscar siempre nuevos procesos de acumulación vía expropiación, nuevos nichos, nuevas fuentes de ingreso y también en el caso del libro nuevas burbujas especulativas. La competencia como lógica y la ganancia como excusa para lograr mayores niveles de concentración de los nichos de mercado.
Frente a ello ¿cuáles son nuestras apuestas? ¡Un ecosistema crítico del libro! Quizás en lugar de fomentar un consumo ilimitado, como manera de repartir los recursos, sería interesante apostar por que nuestra subsistencia no dependiese del mercado tal cual lo conocemos bajo el virus neoliberal. Pensar las condiciones y la pedagogía del cuidado. Donde no fuese la mercantilización de todas las esferas de la vida lo que está en el centro, con soluciones como una renta básica universal, acompañada de otras medidas que la hagan efectiva, como por ejemplo la limitación de los precios de alquiler. Es decir, asegurando que nuestra subsistencia no dependa únicamente del mercado. Y en ese sentido, que el tiempo y la inteligencia colectiva puesta en la producción y circulación de pensamiento crítico y de tejido comunitario en torno al libro no dependiese exclusivamente de la venta del libro. Basta nombrar iniciativas como las que han surgido estos días en el mundo de la cultura por una Gent que treballa en cultura, per una renda bàsica universal i incondicional o la huelga de alquileres en el marco del plan de choque social.
El contexto actual pone en evidencia lo que no funcionaba ya antes, no parece por tanto deseable volver a la “normalidad”. Al mismo tiempo el virus también pone en evidencia otros aspectos, como la interdependencia y la necesidad de fortalecer redes y complicidades, que ya existían, pero ahora están tomando fuerza, y deberíamos mantenerlas y reforzarlas. Es desde este plano desde el que podemos replantear las relaciones sociales, desde la cooperación y desde repensar la idea de mercado. ¿Cómo pensar la esfera de la economía para la vida y para su cuidado? Podría ser que, pasado el confinamiento, la falta de tiempo dificultase los encuentros que nos permiten tejer estas redes, pero quizás sea esto lo que hay que cambiar. Es en momentos de crisis, como el actual, donde se han seguido afianzando vínculos políticos, compartiendo recursos, lanzado propuestas colectivas, es necesario seguir ensayando prácticas de cuidado que no pongan en el centro el libro, sino a las diversas comunidades del ecosistema que lo sostienen.
Alchu Padin Torres | Synusia llibreria Terrassa (Barcelona)
Aida Iglesias de Prada | Espai Contrabandos / Pol·len Edicions, Barcelona
Salú compañeras, desde Buenos Aires.