Cómo los habitantes de Metropoliz llegaron a la Luna.
Los centros de nuestras ciudades se parecen cada vez más. Convertidos en escaparate de unas mismas mercancías provenientes de unos mismos lugares, son territorios anónimos monopolizados por las grandes franquicias. Si tienen recursos, si son centro de importantes capitales, dispensan cultura en lugares establecidos, albergan grandes exposiciones y atraen flujos de turistas, sus principales usuarios-clientes. En general pasan pocas cosas.
Y luego está la periferia. En una ciudad grande como Roma, que tiene 10 veces el tamaño de Barcelona, antiguas fábricas y mataderos han visto nacer proyectos que combinan el acceso a la vivienda con el arte. Lugares donde se ha vuelto a hablar de utopía, justo cuando por enésima vez se había decretado su muerte por superada y peligrosa. Los nuestros son tiempos de distopías, y los futuros desviados y sin esperanza han acabado por monopolizar nuestro imaginario colectivo.
Conozco una historia reciente que merece la pena ser contada. Se trata de un intento de realizar una utopía, de recuperar la capacidad de soñar que tenía este género, de imaginar cosas aparentemente imposibles. En esta historia hay algo del cine de Méliès y de Segundo de Chomón, de los situacionistas, de las TAZs de Hakim Bey y de los artistas radicales.
En 2009 un grupo de 200 personas de distintas proveniencias decidieron recuperar una fábrica en la via Prenestina de Roma. Eran migrantes, precarios, activistas y gente con problemas de acceso a la vivienda. Venían de Latinoamérica, de Europa y de África. Llamaron a este lugar “Metropoliz” porque querían construir una ciudad nueva, “la città meticcia”, la ciudad mestiza como su comunidad. Hace años visité el lugar y mientras daba vueltas desorientado por sus salas llegué a una gran plaza que tenía, en el centro, un gran cohete. ¿Que hacía un “razzo” interplanetario en medio de una antigua fábrica en la via Prenestina n.913?
En 2011 un grupo de habitantes de Metropoliz decidió abandonar la ciudad y su situación a los margenes de la sociedad, sin casa, sin trabajo y sin derechos. Empezaron a construir un cohete para ir a la Luna, dando inicio a la primera migración terrícola extraplanetaria. Era un pretexto para explicar y denunciar la condición de precariedad de muchas personas, de hablar del problema de la vivienda en una ciudad como Roma, pero también una manera para recuperar el lado más imaginativo del activismo político, el que usa la creatividad como herramienta de lucha.
El viaje a la Luna fue durante mucho tiempo un subgénero de la literatura utópica, uno de los lugares favoritos de la fantasía. Antes de que Estados Unidos plantara su bandera el 20 de julio de 1969, la Luna fue la destinación favorita de los viajes imaginarios de autores como Luciano di Samosata y Cyrano de Bergerac. En Historia verdadera Luciano imagina que un barco es arrastrado por el viento y llevado hasta el satélite. Los protagonistas encuentran los selenitas y visitan un paisaje fantástico donde los ríos y los peces saben a vino y los arboles son mitad mujeres.
El recorrido del proyecto Space Metropoliz está contado en la película de Fabrizio Boni e Giorgio de Finis, y recoge los testimonios de sus habitantes y de numerosos artistas que participaron en esta historia: funambulistas, músicos, mimos, psicogeógrafos, arquitectos, filósofos y muchos niños. Qué significa abandonar la Tierra, qué lengua hablan los extraterrestres, cómo se construye un cohete, cómo se construye una comunidad, qué hacen los artistas.
Después del proyecto Space Metropoliz llegó la idea de crear el MAAM, Museo dell’Altro e dell’Altrove di Metropoliz (Museo de lo Otro y del Otro Lugar). Más que un museo el MAAM es una estrategia de resistencia. Según lo que explica De Finis en una entrevista la idea fue la de crear un museo de arte contemporánea que sirviera de barricada para defender el lugar. Llenar la antigua fábrica de obras, algunas de artistas muy conocidos, para que fuera difícil el derribo. El desalojo de 200 personas en la periferia de Roma habría tenido probablemente menos visibilidad que la destrucción de 500 obras de arte. Una paradoja.
Desde su fundación en el MAAM se ha expuesto el trabajo y se han realizado las performance de muchos artistas. El proyecto a día de hoy sigue en pie, tanto como museo como comunidad, y es uno de los lugares más interesantes de Roma. Se ha convertido en el tercer museo de arte contemporáneo de Roma, junto al MACRO y al MAXXI y aparece en la página turística oficial de la ciudad: “colocado en un espacio público (una fábrica ocupada) donde es posible realizar nuevas formas de experimentación artística y convivencia social”.
Creo que la experiencia de Metropoliz tiene varios valores, tanto como estrategia política como señal de algo que está pasando en nuestras ciudades. “Nuestras” porque en el momento actual, más allá de la estratificación histórica que las caracteriza, vivimos cada vez más en sitios sometidos a las mismas dinámicas económicas y transformaciones sociales y culturales. Hay un “centro” político y geográfico de la ciudad y también, en un sentido más amplio, de la sociedad, a menudo estéril, momificado y desconectado de la sociedad real. Y luego hay una “periferia” donde pueden pasar cosas interesantes en la cultura y en la política. A veces hay más realidad en proyectos utópicos como el de Metropoliz, con su reivindicación de “La Luna para el pueblo” y su visibilización de los conflictos, que en la cultura oficial de unos museos frecuentados mayoritariamente por turistas, en barrios gentrificados, más parecidos a centro comerciales, espacios de poca vida y de hiperconsumo.
Si Cyrano de Bergerac consiguió hacer volar a su protagonista gracias a unos frascos llenos de rocío, estoy seguro que los habitantes de la via Prenestina habrán llegado a la Luna con su cohete. Probablemente hayan seguido el deseo de Aladin Hussain Al Baraduni, artista que aparece en la película: “Si Metropoliz consigue con el cohete llegar a la Luna, la primera cosa que tiene que hacer es ocupar aquel lugar, quitar aquella bandera (la norteamericana, ndt), tirarla, y hacer la Luna mestiza, la Luna abierta para todos y sin fronteras”. China, que acaba de llegar al lado oscuro de la Luna, debería tener en cuenta que el satélite es pequeño y que tarde o temprano se encontrará con el grupo de selenitas proveniente de Roma.
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