Text traduït de l'anglès per Nando Cruz
Como tantos otros que como jóvenes anarquistas pensaban “si votar puede cambiar algo deberían hacerlo ilegal”, como viejo anarquista he aprendido que “si votar puede cambiar algo ellos harán que sea imposible”.
En una de las crueles ironías de la vida, ahora estoy mendigando votar. He sido residente legal en este país durante casi una década y soy ciudadano desde el último lustro. Desde que me mudé aquí he visitado tres veces el Ayuntamiento de Barcelona, he cogido número de la ceñuda mujer del mostrador y he pasado el resto de la mañana en una cola con gente que no tenía otra elección que permanecer allí. Mientras cualquier otra persona de la sala esperaba para rellenar algún documento vital, yo era el único gilipollas calentando un banco de madera por la noble causa de la democracia.
En teoría, los inmigrantes somos una cifra suficiente para decidir el resultado de las elecciones generales de la próxima semana, pero la realidad es que tendremos un pequeño impacto
Aquí somos más de seis millones de inmigrantes, alrededor del 14% de la población. Casi todos tenemos derecho a voto en las elecciones locales, y el porcentaje de nosotros que nos hemos nacionalizado deberíamos poder votar en las elecciones nacionales. En teoría, los inmigrantes somos una cifra suficiente para decidir el resultado de las elecciones generales de la próxima semana, pero la realidad es que tendremos un pequeño impacto.
El censo electoral falla a la hora de añadir automáticamente nuevos inmigrantes, falla a la hora de promover el registro para votar a aquellos que tomen la iniciativa particular de hacerlo e incluso falló a la hora de añadir por lo menos a un ciudadano, yo, tras repetidas quejas.
¿Cómo podrán otros inmigrantes, con situaciones laborales precarias, quizás con menos dominio del idioma, a menudo ocupados con familias y niños y, ciertamente, con un entorno de amistades menos politizado, simplemente imaginar qué deben hacer para poder votar?
Cualquier obstáculo para votar, ya sea la falta de información respecto a nuestro derecho al voto o la falta de información sobre dónde y cuándo reclamar ese derecho, no es solo profundamente antidemocrático sino que directamente beneficia a los partidos políticos xenófobos. PP y Ciudadanos son abiertamente hostiles a los inmigrantes, refiriéndose al Raval como un gueto islámico o haciendo promesas electorales levemente veladas de limpieza étnica. La izquierda tiene mucho que ganar fomentando el derecho a voto de los inmigrantes.
La exclusión de votantes puede ser intencionada, puede ser un legado burocrático de épocas anteriores a que España se convirtiera en destino de la inmigración, o puede ser parte de ese generalizado pasotismo ibérico. Cualquiera de estas posibilidades es inaceptable habiendo tanto en juego, con España suspendida en un difícil equilibrio entre los partidos políticos más utópicos y distópicos de toda Europa. Si nosotros, los inmigrantes, votásemos en masa, cambiaría el panorama político en España. Si no, quizás debería dejar que sean mis pies los que voten… y largarme de este lugar.
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