“Fonk” es una serie sueca de documentales que propone un viaje por la música actual de diferentes países de África. La narradora es Neneh Cherry, pero lo más importante es que son los músicos africanos quiene cuentan lo que hacen, por qué lo hacen y en qué contexto sociopolítico. En el capítulo dedicado a Ghana, el músico Wanlov The Kubulor describe el capitalismo como “poder pagarte menos y hacer que trabajes más”. “Ahora en Ghana estamos aprendiendo el capitalismo y somos más capitalistas que la gente que nos lo ha enseñado”, añade con tristeza.
Wanlov acaba convirtiéndose en el hilo narrativo del capítulo sobre la música en un país donde la lengua oficial es el inglés, pero donde se hablan muchas lenguas africanas. Cada intervención suya tiene sentido, porque demuestra una gran perspicacia. En el país del highlife y del azonto, detecta extraños comportamientos que no son exclusivos de Ghana. Por ejemplo, habla de otro músico ghanés, E.L., para introducir una cuestión fundamental sobre la música como herramienta de comunicación y de soberanía: “E.L. hasta hace poco rapeaba en inglés americano. Llevaba diez años haciéndolo, y era conocido entre sus amigos y los pocos que escuchaban rap estadounidense. Pero cuando comenzó a rapear en ga, fue la bomba”.
Panji Anuff, de la discográfica ghanesa Pidgin Music, aporta otro elemento al análisis: “Hay músicos de Ghana que quieren imitar todo lo que sea jamaicano, pero al final no son más que una copia ridícula, pobre y vergonzosa de un jamaicano porque no están siendo ellos mismos”.
Las identidades siempre son complejas y no admiten simplificaciones, pero lo que cuentan Wanlov y Anuff es fundamental para entender cómo se pueden combatir hegemonías en el ámbito cultural. Ellos no tienen un discurso esencialista ni folclorista, pero sí reivindican la personalidad (individual y colectiva) por encima de una emulación que en algunos casos es pura claudicación.
De ello habla también el libro “Pequeño circo”, cuando Nando Cruz interroga a los músicos del indie español sobre el uso del inglés. Músicos pretendiendo ser lo que no eran y diciéndole al público que las palabras, una parte fundamental de su música, no tenían ninguna importancia porque no hacían ningún esfuerzo para hacerla inteligible: desactivaban la comunicación. Si algo debe tener claro un músico es quién está al otro lado, quien recibe lo que él hace. Cantar en una lengua que ni es ni la tuya ni la del público que te escucha es sólo un obstáculo en el acto comunicativo.
Para Santi Balmes, de Love of Lesbian, pasar del inglés al castellano significó entender el poder de comunicación de la música. Y de una manera muy sencilla: viendo cómo el público de los conciertos cantaba las canciones entendiendo cada palabra. Por cierto, público que cada vez fue más numeroso.
No siempre es tan fácil, sobre todo en sociedades donde existe una lengua hegemónica que a la vez es lengua franca internacional. Hace unos meses hablé con José Feliciano sobre sus inicios como cantante. Nacido en Puerto Rico y criado en Nueva York, hablaba español en casa e inglés en la escuela. Explicaba que su padre le pidió que no cantara sólo en inglés. Era casi una súplica, una manera de intentar que no se perdiera uno de los hilos que le conectaban con Puerto Rico. Feliciano ha hecho carrera en inglés y en español, construyendo una identidad a partir de la suma pero nunca de la resta. Lo han hecho también otros cantantes latinos criados en Estados Unidos, pero no todos han podido hacerlo. Feliciano constataba que ahora muchos latinos están intentando recuperar una lengua que sus padres no les enseñaron, porque la cultura hegemónica era en inglés. Si ha pasado con una lengua con tantos hablantes como el español, qué no sucederá con otras lenguas.
Pero volvamos al hecho comunicativo de la música cantada. Cuando los músicos anglosajones tocan en territorios fuera de su ámbito lingüístico, muy pocas veces intentan explicar de qué hablan (también es cierto que a veces no dicen nada que sea relevante). Dan por hecho que no es necesario. Y el público seguramente pensamos lo mismo, hasta que alguien decide lo contrario. Hace unos meses Joan Báez hizo una gira por España, y en el concierto de Barcelona antes de cantar algunas canciones las explicaba sintéticamente en español. Tal vez no era necesario, pero el gesto era explícito: reconocía que estaba delante de gente que no estaba obligada a entender lo que cantaba, y ella quería explicarse, quería favorecer la comunicación. Lo hacía también Rubén Blades en sentido inverso. A veces cuando cantaba en Nueva York, y consciente de que probablemente no todo el público entendía el español, explicaba en inglés el contenido de alguna canción. Y para no seguir con el inglés, recordemos otro ejemplo muy poderoso: Paco Ibáñez en París. Franco aún vivía, e Ibáñez quería comunicar la intención de sus canciones. En vez de hacer versiones en francés (y por tanto desnaturalizar su mensaje), las cantaba en español pero antes las explicaba en francés.
Este ejercicio de comunicación es más habitual entre la gente que canta en lenguas no hegemónicas. Y no hay que ir muy lejos para comprobarlo. Muchos músicos vascos y gallegos, por ejemplo, lo hacen constantemente. Te están diciendo dos cosas importantísimas: son quienes son, tienen una lengua que no saben si el público entenderá o no, pero quieren compartir lo que están diciendo. Ofrecen una información que puede ayudarte a completar la experiencia de escuchar la canción, a entender por qué determinadas palabras las cantan con un sentimiento y no con otro.
Les hegemonies, dónen per tant (i no només a la música) i som (generalitzo) tan proclius a deixar-nos sotmetre…
I això ho saben molt bé els que ens les venen.
El somni d´un comercial deu ser vendre hegemonies.
A interés negatiu, fins i tot.