Mi primera experiencia en la planificación de ciudades se produjo allá por los 90 gracias a un videojuego llamado Sim City. Llegué a levantar algunas metrópolis considerables, a costa de perder algunas dioptrías y estimular una cierta ansia de omnipotencia que aún arrastro.
Con el tiempo perdí el interés en el asunto y empecé a buscar el entretenimiento en actividades más lucrativas lo cual, a la larga, me ha traído de vuelta a la planificación y gestión de ciudades.
Actualmente una de mis actividades principales es el análisis compulsivo de datos: intensidades diarias de tráfico, niveles de ruido y de CO2, índices de actividad en planta baja, valor del suelo, porcentajes de “verde urbano” y un larguísimo etc. Los que de un modo u otro trabajamos en el campo del urbanismo tenemos entre nuestras principales ocupaciones la elaboración y análisis de mapas de datos. Para ello utilizamos los llamados SIG (sistemas de información geográfica) que nos permiten asociar una serie de informaciones a cada coordenada de una malla previamente definida por nosotros. Con esta entrada luego podemos obtener planos temáticos que nos muestran la ciudad por capas, por ejemplo, los niveles de iluminación o la proximidad a servicios públicos. La increíble cantidad de datos que recogen los smartphones ha expandido nuestro campo de trabajo más allá de los límites de la ciencia y ahora podemos realizar mapas sobre los lugares preferidos para una primera cita o para hacernos un “selfie”.
Esta actividad que acabo de describir se conoce en el mundillo como “mapeo”. Nos pasamos el día “mapeando” para intentar dibujar la realidad. En otros tiempos se pintaban perspectivas, se tomaban fotografías o se escribían novelas. Ahora la ciudad se “mapea”.
Esta forma de representación es la esencia de Sim City, la ciudad simulada. Todo un mundo de parámetros que podemos visualizar con un sólo click. Preciosos dibujos multicolor: manchas difusas, líneas de tensión, constelaciones de puntos. Y todo esto asociado a estadísticas, indicadores, porcentajes, cosas medibles, todo muy técnico.
El objetivo en Sim City consistía en alcanzar el equilibrio: entre inversión e impuestos, entre la industria y el tejido residencial, entre la actividad económica y el crecimiento urbano, entre la construcción de infraestructuras y los espacios verdes. Un concepto un tanto ambiguo este el de equilibrio porque, en realidad, no quedaba muy claro cuando se ganaba en este juego. En el PC-fútbol si te llevabas la liga con el Getafe habías triunfado pero en el Sim-city lo único que tenías claro era la derrota: incendios, disturbios callejeros, tornados e invasiones alienígenas.
En el vocabulario de la Smart-City el equilibrio se llama sostenibilidad (ambiental, económica, social). Tampoco está nada claro cuando se gana. Es decir, como va a ganar la ciudad, así, en su conjunto, toda ella a la vez. Será que ganan unos u otros aunque preferimos eludir el conflicto y seguir buscando ese algoritmo imposible que coordinará todos los datos y moverá la ciudad como un mecanismo perfecto.
Cuanto insomnio, cuanto vicio informático sin objeto. Tanto mapa y tanto videojuego al final terminamos esperando el desastre con ilusión. Lo que sea pero que nos libre del aburrimiento. Bienvenidos sean los extraterrestres.
Vídeo de la intervenció de Francesc Inés al 14è Fòrum Indigestió
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