Es el año 1985, y España, que aún no se ha sometido a la Comunidad Europea, pervive como un despojo en el pudridero de la historia, como un colgajo de tierra seca al final del continente. Años ochenta, década de inviernos fríos, boinas en las ciudades y pellizas con forro de borreguillo.
En la televisión han dicho que el vídeo va a asaltar los cielos castellanos para matar a la estrella roja de la radio. Los monos azules, con carcoma de tabaco y grasa de las herramientas preparan sus tirachinas de plomo, sus bazookas de cañería, en defensa de las barricadas. Pero de momento también la reconversión industrial aguarda la entrada en Europa. Las hulleras y los astilleros del norte apenas son ahora el temblor que precederá al terremoto de las colas del paro y del sello mensual del Inem. No hay trabajo en las fábricas como no hay comida en África.
El avión que trae las honras fúnebres lo lleva el Ejército español. Viene con ese puñado de huesos de la que fue una vez reina consorte de España por su matrimonio con el rey Alfonso XIII
Es un mediodía de abril con ráfagas de viento atrasadas del invierno y el vislumbre de alguna llovizna. Al aeropuerto de Barajas han llegado sus restos mortales procedentes del cementerio de Bois de Vaux, en Lausana, uno de los más bellos de Suiza, donde también descansa para lo eternamente frívolo la modista Coco Chanel. El avión que trae las honras fúnebres lo lleva el Ejército español. Viene con ese puñado de huesos de la que fue una vez reina consorte de España por su matrimonio con el rey Alfonso XIII. Nieta de la reina Victoria I de Inglaterra (que es la encarnación del realismo como género literario), y abuela del rey español que más golpes ha llevado y alguno también ha dado, Juan Carlos I el abdicado. Son los restos de Victoria Eugenia, llamada en los libros de amor “la reina más desdichada”. Victoria Eugenia Julia Ena de Battenberg, la corona tiene tantos nombres propios porque todo le pertenece. Le han puesto el de Ena, que en lengua escocesa significa Eva, pues ha nacido en el castillo de Balmoral, en Aberdeenshire, residencia real que perteneció a Roberto II de Escocia, donde va a descansar los otoños la reina Victoria. Hace cinco años que fueron repatriados desde Roma los restos de su esposo el rey Alfonso XIII. De nuevo juntos, si alguna vez lo estuvieron, Alfonso y Eugenia.
A lo largo de la lonja del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, su féretro, que lleva como sudario la bandera de España, es seguido por los pasos perdidos del único hijo vivo de la reina, don Juan de Borbón, el hombre que pudo reinar. Toca la banda de música del regimiento de la Guardia Real una marcha fúnebre y el trémulo don Juan, que se ha puesto uniforme de almirante (los muertos tienen que navegar un río para llegar al más allá), pide la venia a su hijo de cabellos rizados, el joven Rey de España. Desde el podio donde preside, consiente rey Juan Carlos a la petición de su padre, a quien la historia no va a permitir otra gloria que la de una estatua por suscripción popular. Es entonces cuando don Juan rinde el féretro al prior de los agustinos y da comienzo la misa con que se despide a un espectro de polvo que lleva tres lustros vagando. El presidente de Gobierno, el español socialista Felipe González, que aún no ha consumido su primer mandato, encabeza con solemnidad de Rolex la representación oficial.
Saca ese año Radio Futura un disco, acaso su mejor disco, porque la mejor de las músicas siempre se hace en el peor de los tiempos
Cumplida la ceremonia religiosa, el ataúd es abandonado en el pudridero del Escorial, y en su calidad de notario mayor del Reino, da fe de ello el ministro de Justicia, Fernando Ledesma, a quien se había rendido homenaje por su llegada al poder con un Vitor que lleva su nombre, pintado en el vestíbulo del Colegio Mayor Fray Luis de León, en Salamanca. Pero ahora, los restos de Victoria Eugenia van a esperar veinticinco años bajo la cal devoradora el pudridero, hasta convertirse en nada, antes de ser depositados en la tumba que le toca, junto a la de su esposo, Alfonso.
El miedo del sida y el miedo del paro juvenil. Es de lo que se empieza a hablar en España. La historia ha llegado al corazón oscuro de la década, 1985, al que las Naciones Unidas declaran Año Internacional de la Juventud. Saca ese año Radio Futura un disco, acaso su mejor disco, porque la mejor de las músicas siempre se hace en el peor de los tiempos, y lo titula De un país en llamas igual que si fuese un libro de cuentos de Juan Rulfo. Arden las calles como arde el mar de Gimferrer como arde el fuego del amor. Porque nunca nadie como Radio Futura va a explicar tan misteriosamente, tan maravillosamente en qué consiste un flechazo. Ahí está la gran canción del disco, la gran canción de un tiempo, la gran canción de un grupo: Han caído los dos.
Es el año en que Madrid se convulsiona por el primer atentado islamista (eso asegura el ministro Barrionuevo: que ha sido obra de la yihad islámica), que deja la friolera de 18 muertos y 82 heridos en la explosión del restaurante el Descanso, próximo a la base americana de Torrejón. Los gritos de “OTAN no, bases fuera” esperan a una última manifestación monumental para desvanecerse, para quedar taxidermizados en el gabinete de los horrores de la Transición. Es el año en que dobla la década, y en el doblar se ha caído todo. Lo que se creyó, lo que se votó, lo que se amó y la manera en que se amó, la música que se bailó. No es el fin de un sueño sino su destrucción, tan triste y tan sucia como el realismo sucio y triste puesto de moda por los libros de Anagrama. Han caído los dos y los dos hermanos Auserón quieren mantenerse en pie tocando ese año en la gira más pálida de la historia del grupo. Han caído los dos bajo el punto de vista exclusivo, dice la letra y apenas se entiende, pero se está de acuerdo, como jamás se entiende nada lo que pasa cuando todo va a la contra y uno sigue de acuerdo con el mundo.
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excelente. como todo lo de javier pérez andújar. !gracias!
Yo nací en el 74, no recuerdo cuando escuché por primera vez está canción, creo que habla de la pasión, una relación pasional, no sé por qué lo supe entender en ese momento pero con el tiempo después de haberlo vivido sigo entendiendo exactamente lo mismo
Aupahí. La estamos ensayando para incluirla en nuestro repertorio. Ya están “paseo con la negra flor” “enamorado de la moda juvenil” y “escuela de calor”. “Han caído los dos” es rotunda aunque sencilla en sus acordes, no así en el swing, genial, simbiotizando géneros y culturas en un tema genial e irrepetible… Como el grupo.