ELOGIO DEL WATUSI (O Watusis vs Desarrollistas, una vindicación criminal y danzarina)
Escorzo
El libro canónico de Marshall Berman Todo lo sólido se desvanece en el aire (libro que desentraña no sólo las pesquisas de un afilado teórico e historiador sino también las inquietudes de un hombre de marcado carácter ético, lo cual siempre resulta balsámico) apunta que la figura faústica clave para entender el proceso de lo que denominamos modernidad es la que él denomina desarrollista: una caracterización que bebe tanto del trágico emprendedor de Goethe como de las flechas ideológicas disparadas por Marx en su análisis del materialismo histórico.
El desarrollista es un personaje que, atrapado en el magma hiperactivo de los tiempos, canaliza esa energía con el propósito de modificar radicalmente su entorno social; poner las bases de lo que vendría a ser el nuevo orden de un nuevo mundo. Estos desarrollistas no conocen el desaliento y sus perspectivas frente a los cambios de rumbo que debe de tomar su época vienen casi siempre armados con tantas razones como dosis de violencia impositiva. Incluso de crueldad. Siempre se producen daños colaterales en el advenimiento de lo moderno, siempre quedan atrás aplastadas rémoras arqueológicas de un tiempo ya obsoleto, inoperante.
Intervenció de Sebastià Jovani al 13è Fòrum Indigestió. Foto: Carles Llàcer
La figura del desarrollista emerge de una forma muy interesante en El Día del Watusi, que vendría a ser algo así como El Capital de Francisco Casavella. Un viaje frenético a través de más de dos décadas de desopilante transformación social, política y económica en España a través del periplo metamórfico de Fernando Atienza, un mindundi del mundo chabolero de Barcelona que, empujado por su afán por redescubrir el pliegue mítico de la existencia acaba embarcado en un viaje en el que la economía y la narcosis se simbiotizan hasta el extremo de hacerse casi indistinguibles.
Atienza es el prototípico ejemplo de personaje que sucumbe con todo su aparato vital y estilístico en los cauces de la modernidad y sus espectros desarrollistas. En concreto la modernidad y el desarrollismo español, algo muy arraigado en los mimbres del país desde que Franco lo instauró como evolución lúdico-capitalista del nacionalcatolicismo. La novela recorre tres décadas, desde los 70’s hasta los 90’s y da cuenta del despliegue biográfico de lo que hoy en día no tenemos ninguna duda en catalogar de la gran farsa de la Cultura de la Transición (CT): esa forma de entender la modernidad consistente en extraer y abrillantar sin reponer ni cimentar. Puro ejercicio de bisutería, arabescos rociados en vino de marca y cocaína de marca y bolsos de marca bajo los cuales no hay pero ni edificio ni andamiaje. Espectrología de la acumulación de capital económico y social tomada como documento veraz gracias a la garantía de resignación de unos y a la predisposición a la esclerosis ideológica de otros.
En España triunfaron estos desarrollistas (en su paso por distintos tejidos en sus trajes y distintos conceptos de obra y servicio público, de los pantanos y los apartamentos a la pura abstracción fiduciaria) y lo hicieron por encima de los múltiples Watusis que, como el de esta historia, acabaron también flotando en ríos pestilentes tras haber sufrido las consecuencias de una justicia suburbana pasada de rosca. El Watusi al que Atienza busca desesperadamente aún y cuando cree no estar buscándolo no es otra cosa que la marca de un estrato arcaico, una disposición telúrica y violenta que sin embargo caracterizaba un medio natural y unas leyes inmanentes. La polarización entre watusis y desarrollistas en España siguió más allá de la última página del libro de Casavella, más allá de faldas de montañas peladas, peñascos cochambrosos y vidas imaginarias flotando entre la aventura descarnada y la apariencia vampírica, igualmente descarnada. Ha seguido hasta hoy, cuando las pulsaciones de unos y otros se han hecho más arrítmicas que nunca y cuando casi ya no media espacio entre ambos polos. Leer El Día del Watusi bajo semejantes presiones contextuales no hace más que reponer el tono a una farsa que sobrevino a una tragedia (volviendo a Marx): la de una modernidad que jamás llegó a España sino tan sólo para dejar claro que tan sólo pensaba dejar allí sus residuos.
(extraído de https://edipalstropics.wordpress.com/2013/12/08/watusis-y-desarrollistas/)
[vimeo 108481661 640 360]
Coda
Corre un estiu de per allà els setanta.
Corre, corre. Tot va depressa, tot s’accelera i ensopega i s’aixeca i torna a a la terna i s’entesta i s’encresta i cerca el nucli candent dels problemes.
I balla mentre els busca i mentre els troba i quan s’adona que el problema es hom mateix i els seus semblants.
El Watusi, colega, ¿no le has visto?
Me han dicho que corría por aquí sin dejarse ver apenas, tan sólo
las huellas de sus pisadas
y el cuero raído de su chupa
y los trazos de su firma estampada en los cascotes: “W”.
El Watusi existe / El Watusi no existe.
Es un viento como de pólvora y joyas robadas que sopla entre los listones y las ondanadas de uralita de las chabolas, entre los compases desarrapados, alegres y desesperados.
El van trincar o el van entrampar en un duel a mort entre espurnes de sol en Transició
y amb tot, tot i mort o tot i silenciat entaforat a les masmorres de la història,
als llots de l’urbanisme,
a les desembocadures dels efluvis de diner bombollejant
ahí sigue,
sigue en danza,
peligroso como un Zarathustra, un quinqui mitológico,
un Otro que (re)percute en la recámara del cerebelo social.
Latente en su escritura perenne, transmitida como una consigna:
“W”.
Wah…!
Corre l’ara. Ara com ara com ara com ara, tautològic i especulatiu.
Los desarrollistas.
Los arribistas.
Los vástagos del capital y de la concordia raquítica y palúdica y del orden constitucional creyeron muerto y enterrado al monstruo,
borrada la inicial de todos y cada uno de los muros,
de les parets (re)estucades i dels llogarrets gentrificats.
Però aquella escriptura no s’esborra perquè atany a la gramàtica de la multitud.
És el traç exterior que no pot foragitar-se.
La pulsió arrabalera, la passió descalça i xarnega i la imperiosa necessitat ignífuga
de posar en perill l’utillatge del botiguer i el maquillatge de la pubilla.
No, no estaba muerto, estaba a cierta distancia.
El Watusi, colega, ¿no le has visto?
Ha aparecido su firma por aquí y por allá,
dicen haber oído el silbido de sus labios canturreando
un salmo rumbero antes de tomar aire y sumergirse a pulmón libre
en la refriega y en la venganza.
No somos Hacienda. El Watusi somos todos.
Somos el Mito y la Leyenda que subyuga al Logos
que abre y recorre el Laberinto:
moho y lodo y flores y metal y asúcar.
El perill inherent a la pròpia existència, a la deguda resistència.
Els Watusi proclamen i reclamen, incendien i assenyalen esgarrapant (scratch, scratch)
i s’organitzen i donen forma a les ombres amb una llum preclara,
una mixtura molt ajustada
de gresca
i disciplina.
Embastar y apuntalar la chabola interior,
tararear los versos prohibidos que conjuran el idioma imposible,
sots i trops feréstecs implosionant
la Gran Novel·la de Barcelona,
irrompent en breus i llampegants poemes
Semos peligrosos.
Y nos llaman maleantes. Salvajes indígenas perdiendo la estela de la civilización y sucumbint al desori.
El Watusi marca el compàs de la revolta i del crim que sotrega l’artifici de l’armistici,
de la falsedad documental y mercantil bien ensayada,
estudiado simulacro.
Balleu,
balleu,
balleu i exploteu en rimes improbables i desordres civils i sollevaments nodrits
des de la fam de la perifèria.
Rúmbala, rúmbala, rumbalarave.
Feu i esdeveniu “W”, “W”, “W”, que són els vehicles de la victòria.
Intervenció de Sebastià Jovani al 13è Fòrum Indigestió. Foto: Carles Llàcer
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Més informació sobre el fòrum:
- Programa general del 13è Fòrum Indigestió.
- Vídeo del Fòrum sencer.
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