i like my body when it is with your
body. It is so quite new a thing.
e.e. cummings [1]
Hace tres días que he vuelto a Alejandría después de pasar un mes en Barcelona. Unas vacaciones de oficinista que se resumen en un festín de embutido y cañas, de cotilleos y carantoñas. Antes de tomar el avión hacia Barcelona, un amigo alejandrino me contó que se había enamorado. Que antes incluso de oírla hablar, tuvo ganas de besarla. Y que para felicidad suya (y nuestra, que por algo es nuestro amigo) quiso ella besarle de vuelta. Para cuando me lo contó ya habían tomado té en todos los cafés del centro, se habían paseado por todos los kilómetros de la Corniche, incluso en alguna ocasión se habían dado la mano mientras veían una peli alemana.
El 26 de agosto, un hombre de 32 años comía y acto seguido dejaba de comer. “Hoy a las 16h he celebrado con mis compañeros mi última comida en la cárcel”. Lo contaba por escrito en una carta que publicaron algunos periódicos y muchas cuentas de facebook. Un hombre de 32 años, una mujer de 27, una mujer de 20, un hombre de 26 y así hasta 130 personas en Egipto con el estómago vacío, en huelga de hambre.
Antes de estar en la cárcel estuvieron en la calle cuerpo a cuerpo. Algunos ya estaban ahí antes de 2011, otros llegaron más tarde a las catacumbas del resistir a algo amorfo y espeso. Vienen de las habitaciones adolescentes con pegatinas en la pared y de las consignas garabateadas en muros virtuales. Cargan con diversas razones en cárceles dispersas, mujeres y hombres considerando que no les queda más otra herramienta que el cuerpo encerrado en una celda. Y no comerán hasta salir de ella.
Me tomo una cerveza con mi amigo. Un mes más tarde, sigue enamorado y le pido que me ponga al día y me lo cuente todo. Y me cuenta que anda muy cansado, le duelen los huesos y la cabeza, le faltan las fuerzas y le falla en ánimo. Ha estado buscando en wikipedia una explicación a lo que le pasa. Y dice internet que lo más parecido a lo suyo se llama depresión. Mi amigo está simultáneamente enamorado y deprimido.
Siguiendo la senda de los saberes de wikipedia descubro a Hérofilo, un médico griego de cuando Alejandría era el centro de Grecia. Dicen en internet que siglos antes de cristo fue el primero en diseccionar cuerpos para aprender a diagnosticar los males humanos. Que con un reloj de agua contaba los pulsos de sus enfermos y analizaba sus corazones para saber de qué pie cojeaban. Y fue así como estableció, al parecer por vez primera, que pensamos con el cerebro y bombeamos con el corazón.
“A partir de hoy, voy a privar de comida a mi cuerpo (…) puesto que la dignidad del cuerpo necesita el abrazo de los seres queridos”. El 13 de septiembre, sigue sin comer el remitente de esta carta. Es hijo, hermano, marido, padre y amigo de alguien y aun amando, tras pensarlo mucho, ha decidido no comer como estrategia. Dicen los médicos que tras 15 días sin comer, se pierde la sensación de sed, se tiene frío y cuesta mantenerse en pie. A los 35 días, el vómito puede ser incesante y los ojos se mueven sin control. A los 40 días empieza la sordera y a los 45 días puede el corazón dejar de bombear en cualquier momento.
Hérofilo adivinó las funciones de un par de órganos frágiles e imprescindibles. Y para cuando ya llevaba escritos un buen puñado de tratados médicos sobre lo que nos nace y nos muere, empezó a sospechar que lo que sus pacientes soñaban tenía algo que ver con las enfermedades que les dolían.
El 2 de marzo de 1974 cuatro hombres y una mujer cenan en una masia catalana. Un director de cine les ha citado clandestinamente para hablar de los por qués de su experiencia como presos políticos. Hablan con palabras complejas y frases muy organizadas. Síntesis, coyuntura, enemigo, lucha. Se pierden por los caminos de una retórica de libro rojo y discuten tácticas, técnicas y estrategias.
Llegada la hora del postre, con botellas de whisky y ceniceros sobre la mesa, toma la palabra la única mujer del grupo:
“yo también te quiero decir algo. Creo que el revolucionario no descubre su entusiasmo por la vida en la cárcel. O sea, una de las causas que considero fundamentales para un proceso de lucha (…) es precisamente un entusiasmo por la vida. Una pasión, una energía” [2].
A lo largo del día de hoy mi amigo enamorado y deprimido se dejará abrazar por su novia. A lo largo del día de hoy un grupo de hombres y mujeres se alimentarán de los abrazos que les dieron antes. Y se les acelerará el pulso. A veces se enferma el cuerpo, a veces se enferma el mundo. Pero no sabemos por dónde empezar el diagnóstico.
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[1] “Me gusta mi cuerpo cuando está junto a tu / cuerpo. Es algo tan nuevo” e.e. cummings
[2] El sopar, Pere Portabella. 1974.
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