Oferta de trabajo imaginaria. Requisitos del puesto: 5 años de experiencia mínima demostrable, título universitario y máster de especialización. Los interesados deben presentar un currículum sucinto y una carta de motivación (extensión máxima: 500 palabras).
Convocatoria de subvención imaginaria: La organización solicitante debe presentar un presupuesto detallado y propuesta de proyecto (extensión máxima 800 palabras).
Convocatoria de becas imaginaria: el candidato debe acreditar formación universitaria, conocimientos de lenguas y una propuesta de proyecto de investigación (extensión máxima: 600 palabras).
En pleno proceso de búsqueda de trabajo de subvenciones de becas de fondos de spónsors de apoyos, las palabras se compran a granel, las carga el diablo, se las lleva el viento.
En el pío pío del sinsentido lo llaman democracia y no lo es, un plan de ajuste estructural se disfraza de rescate y llenamos el corralito con palabras que picotearemos cuando nuestro dinero ya no valga dinero.
Las palabras son un silencio que habla1. Las palabras se convierten en unidad de medición, no tanto por su significado sino sobretodo por su cantidad. Una palabra que equivale a no sé cuántos caracteres.
Y con el mal carácter que nos caracteriza a los pobres, huraños y taciturnos, quejicas, gritones, enemigos, pancarteros, perroflautas y, según convenga, terroristas. Con los caracteres amargados, contamos las palabras con las que pedir ayudas. Ayudas que son un salario a gritos, ayudas que son subvenciones para pasar de las palabras a los hechos.
Y el hecho es que una vez calibrado el peso exacto de las palabras con límite, el límite se halla en las palabras mismas. En palabras que blandimos como espadas al aire, palabras de humo que se evaporan una vez recalentadas hasta llegar a la ebullición de lo cansino (nación, patria, estado, crisis).
Dice Marina que hemos alimentado demasiadas palabras sin cuerpo, palabras dirigidas a las nubes o a los fantasmas2. Y me lo dice ahora, que intento arañarle cuatro palabras amables al mundo, que me siento a buscarle un sentido a los días a los meses a los lunes al sol. Ahora que en el cuaderno ya no escribo, sólo dibujo las caras de asco de los presentes en las reuniones, en los bares, en las calles.
La caras del hambre del pelador de naranjas en la esquina, las caras del sueño de la vendedora de cacahuetes en el mercado, las caras de agobio del taxista embotellado, las caras de ganas en la fila de los visados. Las caras que se nos ponen cuando nos devalúan la existencia en el parqué de la bolsa o la vida.
Y nos faltan las palabras para explicarnos porque lo que queremos, lo que nos falta, es una palabra vacía que podamos llenar3. Una palabra que se mida con la gravedad del asunto y rellene todas las solicitudes con su propio peso. Una palabra vacía que no caiga en saco roto.
Una palabra vacía como la casa que no tendrás en tu puta vida, como los salones de todas las casas cuando la revolución sea televisada. Palabras que hacen crac en el ombligo de la existencia y nos empujan a escribir hasta encontrarlas.
Palabras para colmar las simples ganas de rascar hondo en las palabras con el deseo de encontrar, como los buscadores de oro. Encontrar la parte humana que duerme en el fondo de las palabras.
Quisiera hablar hasta algo4.
Para llenar los huecos minados del dicho al hecho.
1 Labou Tansi, Sony: L’autre monde, écrits inédits.
2 Garcés, Marina: Un mundo en común
3 Rancière, Jacques: Le spectateur emancipé
4 Labou Tansi, Sony: L’autre monde, écrits inédits.
Has hecho crac en el ombligo de mi existencia de hoy. Gracias!
L’has clavat, Reina Mora!!!!
gracias por tantas palabras hechas!!! Me voy a tu tierra, mañanã. Besos!!