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Las luchas de la cultura

Escrit el 03/08/2012 per Jordi Oliveras a la categoria Editorial.
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Traducción al castellano del original “Les lluites de la cultura”

Estos días, “el mundo de la cultura”, expresión genérica que según los casos abarca diferentes agrupaciones de personas dedicadas a la cultura, ha sido noticia, por la subida de impuestos, y algunas reacciones a la misma. He aprovechado el momento para hacer lista de algunas luchas en torno a la cultura que están más o menos vigentes. A menudo se meten todas las luchas culturales en un mismo saco. En nombre de un bien tan prestigiado y colectivo como “la cultura” hay quien defiende intereses muy particulares, y modelos no sólo diferentes sino también contrapuestos.

CONTRA EL IVA

Ha sido la noticia de las últimas semanas. El reciente anuncio de la subida del IVA a productos y espectáculos culturales ha levantado las iras de gente que hasta ahora se había mostrado poco proclive a movilizarse, como la gente vinculada al cine y la música. A pesar de que algunos lo hayan disfrazado con consideraciones ideológicas, es una lucha principalmente relacionada con la viabilidad de algunos negocios. Como también ocurre en muchas otras medidas que se están adoptando, la dinámica que favorece el pago de la deuda amenaza la viabilidad de muchas empresas. En esta lucha, como ocurre a menudo en el ámbito de la cultura, pueden coincidir músicos que facturan para tocar el fin de semana, empresas que organizan festivales, grandes medios de comunicación, o incluso el consejero de cultura, Ferran Mascarell y el el alcalde de Barcelona, ​​Xavier Trias. En la cultura es frecuente ese aire de sindicato vertical.

  • Vale la pena leer este comentario en Temptatives, sobre el tema.

No recortar LA CULTURA

Esta lucha tiene un poco más de tiempo. La gente de las artes visuales, la danza, las artes escénicas multidisciplinares y otros, lo que -siguiendo el tópico-, podríamos llamar sector artístico, ha sufrido varios trastornos en los últimos tiempos. Por ejemplo, la crisis en museos y centros -un caso significativo fue todo lo que pasó en el entorno del centro Santa Mónica y el proyecto del Canódromo- y de forma más genérica, la progresiva explicitación de un discurso político que tiende a subordinar el apoyo a la creación en la viabilidad económica. La gente vinculada a esta perspectiva no defiende tanto los argumentos económicos en favor de la cultura como la idea de que su trabajo tiene algo de investigación y búsqueda que hace progresar la sociedad. Su financiación depende claramente del sector público (en el fondo todos, pero ahora no la vamos a liar aquí). Los sectores afectados se han movido en varias ocasiones.

  • Sobre estas cuestiones, puede ser útil leer el documento de JL Marzo “La era de la degradación del arte en Cataluña” y la polémica con Jordi Cabré.

CULTURA LIBRE versus CULTURA PROPIETARIA

Probablemente es de las luchas que ha trascendido más, y la única que ha movilizado a ciudadanos preocupados por la cultura, más allá de los profesionales implicados. De entrada está en juego el modelo de distribución de la cultura “no presencial” -películas, música grabada, … – a partir de la existencia de la red (internet) y sus potencialidades. En el trasfondo teórico, un conflicto entre diferentes formas de entender la relación entre individuo y comunidad en la elaboración cultural. Las actuaciones de la SGAE y la Ley Sinde, y la implicación de muy diversos colectivos en uno y otro lado siguen vivos. Los conglomerados que componen los dos bandos son complejos. Los intereses de la gran industria están repartidos en uno y otro lado: los productores de contenidos defienden la cultura propietaria y las empresas telefónicas que venden conexiones de ADSL pueden coincidir con la otra. Además, en el modelo propietario están la mayor parte de los artistas que esperan vivir de vender productos culturales al por mayor (música, películas, libros, …). Y en la cultura libre también se sitúan buena parte de los usuarios que pagan banda ancha, y gente que, sea desde la perspectiva del modelo de negocio, sea desde la perspectiva cultural, sea desde la perspectiva de nuevos modelos sociales, está por un cambio.

IDENTIDAD

El debate identitario, que durante años ha polarizado el debate cultural catalán, ha ido cambiando en los últimos años. La defensa de una cultura propia se contraponía por ejemplo en una visión urbana y cosmopolita. En el entorno de ello se articularon varios frentes culturales. Ahora, todo está muy abierto, y hasta cierto punto diluido. Cosmopolitismo, identidad e industria cultural pueden ir juntos en un mismo discurso. Me ha parecido necesario hacer mención a una cuestión que ha movilizado tantas energías en esta lista, pero no estoy seguro de en qué punto se encuentra.

LOS SERVICIOS CULTURALES PÚBLICOS

En este caso, quizás es una lucha futura. Todo apunta a que en los próximos meses se percibirán cambios a peor en los servicios públicos culturales comunitarios. Pienso en bibliotecas, centros cívicos y todo tipo de proyectos culturales locales. Sus trabajadores, como suele pasar con el sector público, tienden a ser muy prudentes a la hora de manifestar disconformidad. Tampoco es habitual que los usuarios manifiesten disconformidad con las variaciones, tal vez porque no lo han asumido como un derecho. En cualquier caso son espacios con una silenciosa pero constante labor por la cultura, de aquellos que afectan de forma directa a muchos ciudadanos, y se prevén cambios.

LA PRECARIEDAD EN EL SECTOR CULTURAL

Llegados a este punto de la lista, mostramos más las luchas que deseamos y proponemos que las que un observador objetivo auguraría. Buena parte del mundo de los trabajadores de la cultura tiene algo de aristocracia precaria, con el comportamiento orgulloso de quien se cree en posesión del fuego sagrado, pero con problemas para pagar el alquiler del piso. Supongamos que nos encontramos en una crisis sistémica que afecta a un montón de personas que se están quedando sin trabajo. Una crisis que entre otras cosas es una crisis en el modelo de producción. Entre otros, también en el ámbito de los trabajadores de la cultura. Se habían canalizado esperanzas de empleo en trabajos culturales que no se sostienen. Se habían orientado esfuerzos a cultivar un sector profesional con una actitud flexible en la que se intercambiaba la idea de realización personal en el trabajo por status emprendedor-precario. Cuando constatamos esta crisis, no habrá alguna deuda social con todas estas personas que han sido animadas a formarse y vivir así? Ni más ni menos que con otros sectores en proceso de reconversión. Ni más ni menos que la atención mínima que debe garantizarse a todas las personas.

NO EN NUESTRO NOMBRE

En los últimos años, y dentro de la dinámica general de desenmascaramiento de corrupciones de todo tipo, hemos conocido un buen montón de escándalos en torno a equipamientos culturales. Probablemente el más sonado en Cataluña es la trama en torno al caso Palau. Creo que un entorno profesional definido por su amor a la cultura, haría bien en posicionarse en estas cuestiones, exigir responsabilidades, rebelarse ante los perjuicios que supone para el sistema cultural. El silencio nos hace cómplices.

EL MUNDO CULTURAL SE INVOLUCRA EN EL MUNDO

Algún optimista se ha atrevido a decir que la subida del IVA es una venganza contra un sector beligerante con la derecha. Particularmente me parece una idea totalmente alejada de la realidad y carente de sentido, ya que el sector de la cultura ha sido particularmente sumiso y acrítico desde hace décadas. Es más, como dicen los autores del libro CT, hay argumentos para defender que en las últimas décadas la producción cultural ha sido un elemento activo para disimular todo lo que de falso ha habido en la transición democrática española. Nos encontramos lejos del ideal de la cultura crítica.

Hay quien defiende que la cultura crítica ha encontrado su espacio en ámbitos alejados de la producción artística. Es posible, son muchas las áreas de conocimiento que han integrado que, más allá del “conocimiento técnico” hay relatos partes (en la política, en la economía, en el medio ambiente, en la salud, …) que condicionan la estado de las cosas. Mientras los productores de cultura hemos quedado limitados en el discurso de la cultura profesional, la mirada cultural se ha extendido por todo. Quizás es una manera de morir de éxito.

Tiendo a pensar que si los trabajadores del entorno cultural queremos defender el sentido de nuestra labor, tendremos que bajar de la cómoda butaca de bufones del rey y contribuir a explicar el mundo con una mirada más crítica. No es sólo una cuestión política, es también una cuestión cultural. ¿Qué clase de cultura es esa que encuentra feo inteactuar con las cosas “mundanas”? Es necesario que nos mojamos con Eurovegas desde la cultura, que apoyamos la lucha por el derecho a la vivienda, que plantamos cara a mensajes culpabilizadores (esto de vivir por encima de las posibilidades), … Tanto a partir del propio trabajo cultural, como desde la perspectiva de la colaboración en luchas protagonizadas por otros.

Resumiendo, ni la cultura es patrimonio de las empresas y trabajadores de la cultura, ni éstos somos un todo unitario con intereses comunes, como a veces se hace creer detrás de exageradas consignas. Desde nuestro punto de vista, toca revisar con espíritu crítico el rol desempeñado por los trabajadores culturales en el pasado, y contribuir en necesarios cambios globales, que también son culturales

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