El mes pasado en Performancelogía encontré una carta de despedida de Carlos Pina y María Cosmes, directores del Encuentro internacional de hechos performáticos eBent, anunciando el fin del encuentro.
Queridas amigas, queridos amigos:
Finalmente, después de diez años de actividad, un año y medio de peleas con burocracias absurdas, y asfixiados por las deudas, eBent se ve abocado a cerrar las puertas como festival. Con orgullo por el trabajo hecho, por las puertas que hemos abierto y por nuestra contribución a la ampliación de los límites de la práctica de la performance. Nuestra intención es continuar trabajando como centro de reflexión sobre el hecho performático. Queremos dar las gracias a todo el mundo, público, participantes y a todos los que nos han ayudado y apoyado, por habernos acompañado en esta aventura.
Un abrazo muy fuerte,
Carlos Pina y Maria Cosmes
A pesar de que la carta se plantea desde ese “No se vayan todavía que aún hay más”, a mi se me quedó un sabor muy amargo. Y no voy a empezar a hablar del nuevo orden económico, ni de la crisis de valores, ni de bla, bla, bla, bla…
Este artículo es una oda a un trabajo bien hecho, a una fuerte apuesta por un proyecto que ha dado visibilidad a esas prácticas artísticas, que desde sus orígenes, han vivido al margen de las instituciones y en los márgenes de la Historia del Arte.
eBent nace en el 2001 con la intención de presentar una muestra del arte de acción que se está llevando a cabo dentro y fuera de nuestro país. Las dos primeras ediciones se dedican a mostrar una serie de acciones en directo, proyecciones y diversas conferencias sin una temática concreta.
Dos años más tarde, Carlos Pina y María Cosmes toman la dirección del festival e introducen un eje temático que les permite generar un discurso coherente, en el que la reflexión teórica adquiere la misma relevancia que las prácticas artísticas.
Durante estos diez años se ha podido ver el trabajo de Fina Miralles, Alberto Lomas, Irma Optimist, Esther Ferrer, Nilo Gallego, Los Torreznos, Paco Nogales, Saverio Longo, Óscar Abril Ascaso, Carlos Llavata, Theodor di Ricco, María Marticonera, Li Wei, Ramon Guimaraes, Franco de Toledo, Alastair MacLennan, Deniz Aygün, Désirée Palmen, María Cosmes, Ana Matey, entre otrxs muchxs [1].
El cansancio y la pérdida de tiempo en burocracias absurdas, como muy bien apuntan los directores en la carta de despedida, han hecho que OTRO festival cierre sus puertas. Ahora toca reinventarse.
Pero, ¿qué quiere decir esto en realidad? ¿Adaptarse a las leyes que rigen el mercado y la Industria Cultural? La última edición de eBent, en el 2010, fue un éxito de público. Si no me falla la memoria, hubo un total de 900 personas aproximadamente, durante los cuatro días del festival.
¿Dónde quedan las minorías en este nuevo mapa que se nos desdibuja? Reinventarse sin ayudas es harto complejo. Si el Estado no genera espacios para trabajar en libertad, ¿lo harán las empresas privadas? me pregunto, ahora que tenemos la ley de mecenazgo a punto de caramelo.
Uhm!
…
Camarero: ¿Tomarán postre los señores?
Comensales: ¡Sí! Un poquito de militancia por favor. Y si puede ser con azúcar mejor, gracias.
Aunque sea por justicia poética.
Paola Marugán
[1] Pido disculpas a todxs lxs que no he nombrado.
Sí, jo que vaig estar al “part” de l’Ebent, i he pogut viure’l de prop ajudant-los a muntar-lo quan es feia al Bocanord em vaig posar molt trist amb la noticia. Han estat 10 anys d’experiència artística brutal, i quan m’ha tocat treballar directament amb ells una “gozada”. Altra festival que tanca. On queden les minories, pregunta la Paola? Dona, crec que està clar, no interessa res que no sigui ball de bastons i puntaires (amb tots els respectes per aquestes aficions)…
Jo ho tinc clar fa temps!!!
La privada? Sí que farà, però passarà com al circ: es portaran experiències empaquetades i fetes d’altres països, i als d’aquí que els fotin.
Desde hace mucho tiempo vengo sosteniendo que la gestión pública de la cultura debía ser política, aunque no de partido, no de país. Después de más de dos décadas de ínexistencia, durante un breve periodo se empezó por fin, en mi opinión, a definir una política cultural en Catalunya, una política que pretendía mantener un tejido cultural de base muy activo pero muy precario hasta que fuera capaz de valerse por sí mismo y llenar los huecos que no cubría la iniciativa privada, tanto en lo que respecta al territorio como en lo referente a prácticas menos visibilizadas, minoritarias o experimentales. Bajo la argumentación del la independencia que la daría el control de los representantes electos y de los representantes del sector en lugar del gobierno de turno, y tomando modelos ajenos sin analizar a fondo su transposición a nuestra realidad cultural concreta, según entiendo yo, y pusieron al lobo neoliberal a vigilar las ovejas culturales públicas. Desde ese día ya sabíamos que se había escrito la sentencia de muerte del festivañ, así como la de muchos otros, y el cambio de modelo de creación, o mejor dicho, la desaparición de todo aquello que ha hecho que Catalunya fuera uno de los referentes culturales a todos los niveles. Quedará, eso sí, la Marca Barcelona, unos pocos festivales profesionales de gran calidad y, más allá, el desierto.
De todas maneras, no queremos que la impresión que queden de estos diez años de trayectoria del festival sean de cansancio y de tirar la toalla. Nos vamos muy orgullosos del trabajo que hemos hecho, de haber traído a más de 200 performers nacionales y extranjeros, reconocidos y noveles, puros e impuros, de haber abierto los límites de la performance, de haber hacho un montón de actividades.
Y, sobre todo, estamos orgullosos de haber coincidido con tantísmas personas que trabajan en el día a día del mundo de la cultura, tanto en salas grandes como en salas pequeñas, proveedores, prensa, colaboradores, documentalistas, en todos los trabajos necesarios para que el festival, año tras año, saliera adelante de manera impecable. Sin ellos, no hubiera sido posible presentar a los artistas ante la audiencia. Nos han dado lo mejor de ellos y hemos aprendido mucho. Gracias a todos, no me atrevo a nombrarlos por no dejarme a nadie.
No nos vamos. Nos reinventaremos.
Brindo por Ebent, Carlos y María. Brindo por la reinvenciín de los trabajadores de disciplinas aún entendidas como minoritarias y sobre todo brindo porque ( de algún modo, al retomar Stidna ) ya se están reinventando y nos comienzan a hacer disfrutar con sus nuevas frutas, esta vez en forma de potentes píldoras.