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Sé de un lugar

Escrit el 05/09/2013 per Marina Garcés a la categoria el sol ho encén tot.
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Traducción de Sé d'un lloc

Sé de un lugar… para ti (Triana)

El verano es un tiempo propicio para dejar de circular y reencontrar los lugares. Hoy, 31 de agosto, paso la última tarde donde he estado gran parte de estas semanas de calor: al pie de una montaña muy dura y a la orilla del mar. Mientras miro por última vez el perfil de esta cresta y siento cómo aumenta el viento del norte, me pregunto qué hace que un lugar sea un lugar y qué hace que pueda dejar de serlo.

En un artículo para la publicación de Espai en Blanc de este año, “Un esfuerzo más”, mi amigo Carlos Marquerie, castellano de Castilla, encabeza su escrito con los versos “Ante mí la tierra retorcida y hosca a la que pertenezco. El hombre pertenece a un paisaje y no a un país”. Mientras miro el relieve bestial de estas montañas y los ángulos mortíferos de las rocas de este mar, siento que sus palabras también son las mías, aunque remitan a paisajes tan alejados y tan distintos.

Pertenecer a un paisaje no es formar parte de una estampa de postal. Un paisaje es un conjunto de elementos que mantienen una relación significativa… para alguien. “Sé de un lugar… para ti”, como cantaba Triana. Da igual que estos elementos sean naturales o altos bloques de cemento, espacios de amplios horizontes o estrechas esquinas de una ciudad anodina, rostros habituales o rasgos remotos, maneras de hablar o maneras de callar. Lo que importa es la relación entre los elementos y su significado. Nadie puede saber dónde puede haber un paisaje al que alguien pertenece. Nadie sabe dónde empiezan y dónde acaban los mundos que nos acogen. Todos somos, si queremos, creadores de paisajes donde hacernos un lugar. Podemos hacer vida en ellos clandestinamente, abrirlos para compartirlos con otros o dejarlos abiertos a los sentidos que otros les puedan dar. Nadie pertenece de la misma manera a un mismo sitio.

Esto es lo que lo países no pueden hacer, lo que los países no permiten. Por eso “el hombre pertenece a un paisaje, no a un país”. A los países pertenecen determinados ciudadanos y sus papeles, las administraciones, sus presupuestos y sus estatutos, los cuerpos de policía, los ejércitos, los símbolos identitarios y sus códigos. Pero, ¿los hombres y las mujeres? ¿Y los niños que corren ahora mismo entre las olas cada vez más fuertes? ¿De qué país son? No son de ningún país, siento decirlo, no pueden serlo. Pertenecen a sus lugares, a sus gentes y a sus paisajes, a los que quizá compartimos y a los que no conozco, a los de sus infancias y a los que aún tienen que crear.

Este último año, la cresta de esta montaña que ahora miro y la playa que hay abajo se han llenado de banderas. Hay por todas partes, aunque la tramontana no las deja enteras por mucho tiempo. Son banderas que señalan un camino, que trazan una vía hacia un nuevo país. Un país que quiere ser un pequeño recuadro más, o más bien un triangulito, en la arbitrariedad de un planeta, convertido, a sangre y hierro, en un mapa mundi. Hubo un tiempo en que había quien se declaraba apátrida, como una forma de compromiso con la humanidad y el resto de los seres de este rincón del universo. Ser apátrida no era una fuga ni un refugio en la neutralidad. Era una forma de deserción y de combate: de deserción de las patrias y de combate por un mundo común, por el mundo de los lugares donde vivir y no por el mundo de los Estados asesinos. Ser apátrida es declarar que la historia de los países no es la nuestra, sino que siempre se ha construido contra nosotros. Las bombas tóxicas de este verano nos lo recuerdan. Hace tiempo que no escucho esta palabra y ahora, mientras miro la montaña y ya no puedo abrir bien los ojos de tanto viento, pienso que soy decididamente apátrida no porque no pertenezca a ningún lugar, sino precisamente porque pertenezco a lugares como éste, y perteneceré aún a tantos otros. Desertar de los países para crear y darnos, los unos a los otros, un lugar en el mundo: ¿no sería un buen programa? Aunque no es nuevo, no imagino ningún otro punto de partida mejor para un programa político exigente y comprometido con los retos del mundo en el que vivimos hoy. I no sólo esto: no imagino ningún otro tan justo y tan necesario.


Una resposta

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  1. pepeduran says

    En sintonía con ello tal vez aquella canción de Serrat.- “Vagabundear”.
    “Y para no olvidarme de lo que fui/ mi Patria y mi guitarra las llevo en mí/ una es fuerte y es fiel, la otra un papel…”



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