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Hogar (II): Mater Amatísima

Escrit el 09/12/2017 per Elena Fraj a la categoria Lo repartido luce más.
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Siguiendo con el hilo que abrí con el artículo anterior continúo dándole vueltas a la idea de hogar. Sin intención de establecer una tesis sino simplemente de jugar a partir de esta palabra empecé preguntándome por la relación entre hogar, territorio y estado. Ahora traigo el hogar asociado al concepto de madre, la madre querida. Diríamos que una madre es un hogar… siempre?

El año pasado la artista María Ruido me propuso montar su último documental Mater Amatísima en torno a los “imaginarios y discursos sobre maternidad en tiempos de cambio” el cual se acaba de estrenar. Encantada con la propuesta me dije, temazo que, tratado por ella, amable no iba a ser. Así que nos pusimos al lío. ¿De qué va la peli? De madres asesinas. De lo ultimo esperable en una madre. Produce horror pensar que una madre pueda asesinar a sus hijos, más incluso que si lo hiciera un padre. ¿Por qué? Porque se entiende que la maternidad es el acto de de amor más puro y desinteresado, especialmente si se trata de un fenómeno biológico. Lo natural parece preceder y determinar cualquier constructo cultural de la maternidad de modo que el amor de madre es el más generoso y sacrificado, el más romántico de los amores y el que el orden social espera de nosotras.

Mater Amatísima, María Ruido (2017)

La radicalidad de la propuesta de María Ruido aterriza en un momento en el que la maternidad vive un cierto retorno al esencialismo feminista. La maternidad es un campo de batalla que las mujeres están reocupando para decidir cómo ser madres tras décadas de desposesión de esta agencia. Una desposesión neoliberal a cargo de las multinacionales farmacéuticas que fabrican leche y papillas y también una desposesión a cargo de la institución médica y de las formas patriarcales más rancias que pretenden controlar nuestros cuerpos reproductivos. Pensemos en los ejércitos de vientres que el franquismo adoctrinó para producir hijos y que luego cargó todo el trabajo no remunerado a mujeres entregadas a la causa debido a que la reproducción y el cuidado estaban asignados en su esencia natural. Pensemos también en la otra cara de la moneda, en el engaño que supuso la supuesta liberación gracias al acceso al trabajo asalariado y el boom del mercado de las leches de farmacia . La institución médica decía que la leche materna era peor y además socialmente dar teta pasó a considerarse de pobres y salvajes. Ahora se está dando una vuelta a la lactancia y escuchamos expresiones como “crianza del apego”, “lactancia materna exclusiva” o “colecho”    1. En este nuevo paradigma de recuperación de la potencia de los cuerpos-madre asoma, sin embargo, una sombra esencialista que amenaza con un retorno al hogar de las mujeres. Los gurús de la crianza – los cuales, por cierto, casi todos hombres – si bien explican asuntos muy interesantes se han venido muy arriba y han llegado a decir, como Carlos González, que lo ideal es que los hijos permanezcan en casa cuidados por sus madres (mejor que por los padres) al menos hasta los tres años. Para poder hacerlo el famoso pediatra arguye que se puede dejar de trabajar para cuidar si logramos consumir menos. Si como madre pensabas que lo estabas dando todo te equivocas, aun te puedes sacrificar más. Pensemos que la mayoría de las mujeres no trabajan para comprar cosas superfluas sino para llegar a fin de mes. La terrible afirmación de este pediatra se convierte así en una presión y produce sentido de culpa sobre las mujeres que parece que nunca acaban de hacer bien las cosas.

En este interesante escenario sobre la maternidad la película de María Ruido se centra en una distopía, el caso Asunta. Se trata de un caso real de una niña que fue asesinada por sus padres adoptivos y que los medios de comunicación espectacularizaron de forma morbosa como suele ocurrir con noticias de este tipo. Ruido se interesa en el caso ya que los medios centran más la atención en la madre que en el padre precisamente porque el personaje femenino resulta más monstruoso que el masculino. Además de las imágenes del juicio y de diversas entrevistas a abogado, fiscal y psicólogo del caso Asunta, María Ruido echa mano de diversas representaciones de la maternidad que circulan en nuestra cultura visual como es el mito de Medea al que llega a través de Pasolini (1969) y de Las Von Trier (1988). Medea viene a ser la representación por antonomasia de las madres asesinas, figura que ha sido interpretada de diferentes formas hasta que los estudios feministas le han dado una vuelta al tópico de lo monstruoso. Medea representa la forma más brutal de reivindicación de la mujer de su poder. Medea, dice la actriz Sophie Rois entrevistada por Alexandre Kluge, no es un monstruo, no mata a causa de la infidelidad de su amante, sino que mata porque ha perdido su poder político “su problema es que ya no es un ser humano completo. Y vemos que ella no lo acepta. Ella exige su derecho como ser humano. A cualquier precio. Y no se presenta nunca como un vientre asesino: mi marido me dejó entonces mato a mis hijos. No, ella lo hace de otra manera” explica.

The riddle of the sphinx, Laura Mulvey (1977)

María llega al montaje con las ideas claras, esto va aquí, luego esto aquí, no, mejor aquí. Quizás cambia algo de opinión y le da unas vueltas al engranaje de las piezas pero tiene claro cómo se construyen los bloques en base a un, quizás no guión de hierro, pero sí un discurso férreo. En este caso el de la maternidad como algo no natural sino como constructo patriarcal cuyo análisis desde posturas marxistas-feministas desvela que los lugares de la reproducción están asignados a las mujeres de tal manera que resultan sujetos sin poder. Así se manifiesta a través de unos maravillosos fragmentos de la película de Laura Mulvey The riddle of the sphinx (1977). En el film la casa rodea y encierra a la madre y a su hija porque el hogar se convierte a la vez en un nido y una cárcel. Mulvey explica “Por un lado es un nido. Es reconfortante. Te envuelve. Por otro lado, es una cárcel y es una trampa en la que, tanto la madre como la hija, están tratando de conciliar su apego entre sí y el sentido de que ambas, posiblemente, inconscientemente, reconocen que tendrán que encontrar un medio de separación.”

En la conversación entre Alexander Kluge y Sophie Rois aparece como problema la imposibilidad de la estructura familiar ya que una familia (patriarcal) “produce muertes”. La asignación esencializadora de la maternidad como un deseo innato de las mujeres, socialmente disciplinada por las instituciones médicas y los expertos y socialmente considerada un trabajo vocacional no retribuido económicamente produce madres que no son hogares. Y, siguiendo con mi juego en torno al hogar, entonces también puedo decir que una familia en este contexto patriarcal, tampoco es un hogar. Una hogar ha de ser otra cosa. Seguimos.


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