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Hacer cosas vs. hablar de hacer cosas

Escrit el 01/05/2016 per Elena Fraj a la categoria Lo repartido luce más.
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Ojalá la universidad un espacio incómodo, ojalá la academia un lugar en el que dejar marcas de marginalidad, no inscribirse en él sino contaminarlo. Retomo las palabras de Lucía Egaña por un lado y, por otro, retomo las de Indocentia, el colectivo de profesorado y estudiantado (el cual me dio a conocer Amador Fernández-Savater) quiénes sostienen que la universidad es un espacio de capitalismo académico.

Resistir a ese capitalismo no es fácil porque la disciplina que se ejerce viene por varios flancos. Principalmente se camufla en forma de burocracias, evaluaciones y gestiones. Una de de las burocracias consiste en pasar por el aro de las agencias de acreditación de calidad. Estas agencias son organismos públicos encargados de validar de forma externa itinerarios curriculares, personal docente e investigador. Lo que en un principio parece ser el mecanismo de evaluación objetiva para evitar la endogamia se convierte en un ente al que hay que alimentar con artículos científicos para poder seguir en la rueda.

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Pero, ¿qué hay que hacer para aprobar? Es decir, ¿qué evalúan estas agencias? La docencia y la investigación. Y lo bien que te has portado. Por la docencia te dan unos puntillos pero con eso no haces. Enseñar está cada vez más devaluado tanto en su valor simbólico como económico. Con la investigación dan más puntos y por ese motivo parece que es superior, que da más prestigio y la hacen solo los listos. Lxs pringaoxs hacemos docencia. Y, ¿qué es la investigación para estas agencias? La investigación ha de ser científica y, como tal, medible. Cuantos más artículos publicados en revistas de impacto, que le llaman, más puntos. De impacto suena a violento, algo que impacta, una buena hostia, poum. El ranking de las revistas que impactan (y aquí viene el golpe) lo elaboran empresas privadas, las cuales generan unas bases de datos con toda esa información. Ahí puedes comprobar cuánto vales según las veces que apareces o las veces que te han citado. Esto genera una serie de comportamientos disciplinados entre los docentes e investigadores. El objetivo no es publicar un artículo que aporte conocimiento en un contexto determinado sino publicar en una revista extrajera en inglés que nadie va a leer porque todxs están preocupadxs por publicar y no hay interés ni tiempo de leerse entre ellxs.

Seguimos para bingo. En esta situación, ¿qué ocurre con la cultura? Para empezar no existen las artes visuales, ni el arte contemporáneo o el cine como área de conocimiento en algunas de estas agencias (el cine, que es del siglo XIX!) La creatividad y la producción cultural ponen en hacke la idea trasnochada de ciencia e investigación de las órganos de las instituciones públicas que nos evalúan. No encajamos bien, intentamos entrar en un molde cual traje pero te va preto, te tira la sisa por aquí y por allá. En los aplicativos (qué bonita palabra) la producción artística puede ser aceptada como producción científica pero los criterios de puntuación no están estipulados con claridad. Los únicos criterios son baremos como producir obra en exposición catálogo, colectiva o individual, nacional o internacional. No se entiende que la producción artística o cultural pueda ser de otra manera. Imaginemos que montas un taller colaborativo en un espacio comunitario de un barrio produciendo una dinámica de encuentro donde convergen diferentes agentes de esa zona. La mediación artística tiene en este caso por objetivo incidir en el territorio. Una agencia de evaluación de calidad te diría “qué me estás contando?” Entonces le has de decir que esto lo haces con unos colectivos x. Sigue sin entenderte. Entonces dile que está legitimado por una institución artística que no te ha dado dinero pero te ha puesto infraestructura. Ah, bueno, puede valer un poco. Un poco más si la institución es grande y tiene nombre. Vale todavía un poco más si en lugar de desarrollarlo en Barcelona te has ido a Londres. Aun así no te hagas ilusiones que sigue valiendo una mierda.

Y aquí está el giro de guión: cuando el profesorado universitario se da cuenta del truco, empieza la magia. A partir de ahora en vez de producir talleres de arte y participación social inscritos en el seno de un contexto y territorio (por ejemplo) decide dejar de hacer eso y escribir sobre ello. Deja de hacer y se dedica a escribir sobre cosas que se hacen. Lxs que antes eran creadorxs y productorxs culturales se convierten en estudiosxs de esa acción cultural que hacían antes o que ahora hacen otrxs. El profesorado universitario del área de arte y humanidades acaba así de ser desactivado de aquello por lo que fue contratado un día. Acaba de ser disciplinado y desposeído. Chananianniaiaiaiiaiaaaa!

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Hemos llegado a un punto en el que formar parte de la universidad como docente o investigador significa acatar los moldes y disciplinarse o, por el contrario, resistir. Pero la resistencia, sabemos, no se articula en soledad, hace falta crear alianzas. Me pregunto, ¿es posible generar esas alianzas en un lugar que ya está tan devastado?. Si alguien tiene alguna pista, razón aquí.


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