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Cerremos el BAM, abramos el BAM

Escrit el 06/10/2015 per Nando Cruz a la categoria El ruido de fondo.
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Traducción de Tanquem el BAM, obrim el BAM

Desde que nació el BAM en 1993, en Barcelona conviven durante las fiestas de la Mercè dos festivales: la Mercè Musical y el BAM. El primero quiere ser más popular y el segundo se autodefine como innovador y de calidad. Todos son calificativos relativos, subjetivos y cada vez más difíciles de justificar. Quizás ha llegado la hora de debatir si son necesarios dos festivales con fronteras cada vez más endebles.

Quizás incluso hay que plantearse si el ayuntamiento de Barcelona debe impulsar un festival de perfil indie y alternativo en la ciudad con más festivales indies y alternativos por metro cuadrado. Quizás hay que pensar en un gran y único festival, verdaderamente ecléctico y para a todos los públicos, independientemente de su edad, de sus gustos musicales, de sus hábitos de consumo y de su país de procedencia. Un festival que no divida a la ciudadanía sino que fomente y exhiba con orgullo el carácter socializador de la música.

El BAM nació en 1993 con el objetivo de renovar la manera como el ayuntamiento de Barcelona programaba los conciertos de las fiestas de la Mercè. Recordemos: hasta aquel momento, la cosa se reducía a tres veladas multitudinarias con los grupos superventas de cada temporada. Era una época en la que aquello que se llamaba escena alternativa o independiente casi no tenía cabida en la agenda de conciertos española, y aún menos en las programaciones de los ayuntamientos.

Han pasado más de veinte años y no se puede decir que hoy Barcelona sufra una falta de oferta de este tipo de música. Más bien, al contrario; tenemos hasta en la sopa. Pero, aunque el BAM quiere ir un poco más allá de las músicas de influencia anglosajona (una tendencia que también exploran muchos otros festivales), no hay manera de que se quite de encima ese ADN de festival indie.

Por otra parte, en las dos últimas décadas, aquella división entre música mainstream e independiente se ha mostrado cada vez más inservible. Si a mediados de los años 90 ya eran términos bastante engañosos, seguir dividiendo la música entre mainstream y alternativa en 2015, como si aún estuviéramos a finales del siglo XX, es del todo absurdo. Y, en cualquier caso, si queremos hablar de músicas verdaderamente alternativas, no son las que encontramos en el BAM ni en los festivales indies de renombre.

El ayuntamiento de Barcelona mantiene, tal vez por inercia,esta artificiosa división del programa musical de la Mercè en dos festivales: el de “la música destinada a todos los públicos” (la Mercè Musical) y el de “los talentos emergentes del pop, el rock o la electrónica de la escena internacional” (el BAM). También se suelen utilizar expresiones como “grupos populares” para referirse a la Mercè Musical y se habla de “festival innovador”, “marca de calidad” e incluso de espacio que genera “enriquecimiento musical para los asistentes” a la hora de describir el BAM. Todos son conceptos ambiguos, relativos, profundamente subjectivos y altamente discutibles. Pero también son calificativos que, sin pretenderlo, acaban creando una imagen distorsionada del festival que no los recibe.

¿No era popular la propuesta soul de Saun & Starr, que aun no siendo conocidas, conectaron muy facilmente con el público precisamente debido al tono familiar e inclusivo de su música? ¿No son emergentes los rumberos La Màlaga? ¿No era de calidad y riesgo la propuesta de El Petit de Cal Eril con la big band? ¿Acaso era menos arriesgada o de calidad que, por ejemplo, el pop saltarín australiano de Blank Realm? ¿Y dónde está la innovación de la enésima cantautora folk? Los programadores del BAM y la Mercè Musical trabajan codo con codo y seguro que habrán debatido a menudo si incluir a un grupo en un festival o en el otro. De hecho, el proyecto portugués Batida se presentó en 2013 en el BAM y este septiembre actuó en la Mercè Musical sin que su propuesta musical haya cambiado sustancialmente.

Ahora mismo, las fronteras entre un festival y otro son una construcción lejana, una distinción ficticia que no hace más que separar los públicos. Porque, al final, lo único más o menos claro es que el BAM se dirige a un público joven y melómano (gente de entre 20 y 40 años, consumidora habitual de música y de conciertos) y que la Mercè Musical es para todos los públicos. Y, llegados a este punto, quizás haya que preguntarse si tiene algún sentido diseñar buena parte de la oferta musical de la fiesta mayor de Barcelona pensando en el público mejor servido de oferta musical de la ciudad y nutrirla, además, con artistas con el mismo perfil de los que se poden ver durante el resto del año. Llegados a este punto, incluso nos podríamos preguntar si con calificativos como ‘de calidad’, ‘innovador’ y ‘arriesgado’ no se está justificando un festival exclusivo y elitista. Traducción: en el BAM escuchas buena música y en la Mercè Musical hay música para el resto de la gente.

Recuerdo con especial entusiasmo dos momentos clave de las fiestas de la Mercè. El primero, en 2007, cuando se decidió reunir la programación del BAM, la Mercè Musical e incluso la de las Noches de Cadena 100 en el Parc del Fòrum. Aquello sí que era una fiesta mayor con toda la gente mezclada. Y mientras los fans de La Caja de Pandora hacían tiempo, podían (o no, claro) caminar cien metros y descubrir al rapero norteamericano El-P. Otro momento inolvidable fue el debut de los colombianos Systema Solar en la plaça dels Àngels del Raval. Música popular, música arriesgada, música festiva y música que, además, reunió una multitud de ciudadanos de origen latinoamericano que a menudo se deben sentir musicalmente olvidados por la programación de las fiestas de la Mercè.

Quizá es hora de poner en duda esta extraña bicefalia que hay en las fiestas de la Mercè, una doble línea de programación cada vez más difícil de argumentar debido a la propia evolución de la música, y apostar por una única programación, igual de popular, pero ecléctica en un sentido más real y equitativo. Una programación que no fomente la división de públicos ni favorezca abiertamente los gustos de una parte minúscula de la población barcelonesa. Porque aquello que nos pareció una buena idea en 1993 no tiene porqué seguir siéndolo veintidós años después.

Al final, la pregunta es: ¿hace falta que el ayuntamiento de Barcelona organice un festival del perfil indie justamente en la ciudad con más festivales y conciertos indies por metro cuadrado de toda la península? Si el BAM dejase de existir como tal, podría liberarse de este lastre indie tan pesado que tiene secuestrado un buen porcentaje de su programación. Quizá a estas alturas sea la solución más útil para que deje de ser un festival solo para unos cuantos. Tal vez así, renunciando a su nombre y origen indie, podría complementar mucho mejor, con más libertad y con una mirada mucho más abierta, todos aquellos rincones que la programación de la Mercè Musical no toca. Quizás así las fiestas de la Mercè podrían dar forma al gran festival de Barcelona, un festival para todos los públicos, independientemente de su edad, de sus gustos musicales, de sus hábitos de consumo y de su país de procedencia. Un festival para los que entienden la música como un entretenimiento, pero, también, para los que consideran que la música és una herramienta de debate y crítica. Un festival inclusivo y no exclusivo. Un espacio de encuentro para los ciudadanos y no un doble festival que separe a la gente en función de unos apriorismos subjectivos, elitistas e imposibles de justificar hoy en día.

 

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