Aquest text s'ha publicat originalment a Schokolade-n
La realidad puede ser arrolladora incluso sin excepcionalidad. Desde que estoy en la PAH, desde que formo parte del movimiento, me he encontrado más de una vez envuelta en un juego semiótico perverso: la necesidad de seleccionar las mayores atrocidades que viven mis compahs para poder explicar hacia afuera la cotidianidad del sufrimiento generado por unas leyes injustas.
Como si mi interlocutor solo pudiera comprender, aprehender la aberración que viven miles de personas cada día, cuando le explico los casos más desoladores o susceptibles de ser percibidos como “extremos” o “límite”. El juego a veces se vuelve mucho más sutil, y como narrador me veo en la necesidad no de explicar los casos escandalosos; sinó que el juego consiste entonces en la necesidad de seleccionar los detalles que puedan generar más empatía, identificación para con el interlocutor, de manera que éste pueda trasladar ese relato a su propia vida, y en ese traslado se indigne y conmocione. Empatice.
Pero la realidad es abrumadora sin necesidad de excepcionalidad alguna. Hay que poder decirlo y transmitirlo sin reparo
Explicación, que por otro lado, consiste simplemente en seleccionar dos o tres elementos extremadamente inaceptables para conformar un relato que intenta deficitariamente ilustrar el sufrimiento cotidiano al que el sujeto del relato se ve abocado. Selección que se convierte en traición, la comunicación vivida como una traición. Lo inenarrable. Explicación en la cual persistes en la repetición de los elementos que generan el sufrimiento, en los detalles que vuelven, una y otra vez, en el día a día de esa persona. La gramática de esa semiótica inevitablemente lleva incrustada la traición. Necesitaríamos miles de horas, miles de palabras, miles de palabras aun no inventadas -pero sí vividas-, o no pronunciadas por el sujeto al que nos referimos para componer una sola escena fidedigna de la travesía que supone el pasar por un proceso de ejecución hipotecaria.
Pero la realidad es abrumadora sin necesidad de excepcionalidad alguna. Hay que poder decirlo y transmitirlo sin reparo. La desesperación a veces se manifiesta en un gesto, un grito (la explicitación), una mueca. Y esa desesperación, ajena pero cercana es demoledora, devastadora. Te arrolla como una apisonadora que carga con toda la rabia, impotencia, desasosiego, desvelo, desorientación, abatimiento cotidiano (cotidiano entendido como día a día, hora a hora, minuto a minuto) que supone pensar que perderás tu casa. O que implica saber que tus padres pueden perder todo lo que han construído porque, sencilla y llanamente, la ley es injusta. Y la injustica se traduce en emociones, te atraviesa, no te permite dormir, ni pensar con claridad, te cierra cualquier opción de horizonte, te destroza la proyección de ti mismo, también en el futuro más inmediato; te fuerza a incorporar el cálculo y los trayectos para saber cómo vas a comer, adónde vas a ir. Cada día. Cada minuto. Sin futuro. Pospones la vida. Y la vida no se puede posponer, porque entonces también pospones, o desahucias la dignidad. Sobrevivir no es vivir. No puede serlo. Nadie que no sepa esto debe poder gobernar, debe poder siquiera sugerir cómo legislar.
Sobrevivir no es vivir. No puede serlo. Nadie que no sepa esto debe poder gobernar, debe poder siquiera sugerir cómo legislar
Hoy ha sido una asamblea dura en PAH Barcelona. Cuando la desolación, la angustia, la desesperación las provocan las leyes, “las leyes del hombre” resulta inimaginable pensar que ese “hombre” (o esos hombres y mujeres), el que hizo esas leyes no vaya a pagar por ello. Tan inimaginable como que no sepan que si no cambian esas leyes, se encontrarán esa desolación convertida en ira desesperada detrás de la esquina más inesperada. “Yo lo mato” gritaba hoy R. en la asamblea. No lo hará. Pero no lo hará porque existe la PAH, porque ella está en la PAH; pero la PAH no llega a todas partes. La realidad es imprevisible sin excepcionalidad alguna, es asfixiante, como el día a día al que han abocado a miles de familias. La realidad no necesita de excepciones para tener memoria colectiva.
(Nota: com indica l'autora al seu blog, la llicència d'aquest text és CC BY 3.0)
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