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La idea

Escrit el 13/02/2014 per Marta Vallejo a la categoria Postals de Yakaar.
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A veces

sólo a veces

una idea en la pared

es un reflejo sobre el mar

La idea

 

Hacía semanas que le daba vueltas a una idea. Había leído acerca de esa peli nueva, la peli de la plaza  decían los diarios, grabada durante los días de Tahrir por gentes de revolucionarias intenciones. La peli que lo ha petado en mil festivales, que en un no parar no ha parado hasta llegar a los Óscars. La idea era que ya que la peli no se podía ver todavía en Egipto, pudiéramos por lo menos verla en el salón de casa.

La idea era proyectar la peli y discutir. Hacer del comedor de casa un lugar suficientemente ancho y ventilado para hablar de la intensidad de la cosa. Y en caso que la cosa se pusiera demasiado intensa, abrir las ventanas y que corriera el viento del catorceavo piso. La idea era encontrar mi lugar en todo esto.

La idea conllevaba una logística básica: una peli descargada de internet, un ordenador, un proyector, unos altavoces, una treintena de croquetas, otras tantas cervezas y una decena de amigos variopintos para aliñar el debate. Cada cual contribuyó con lo suyo prestando aparatos y cables, comprando bebidas y cocinando.

Mientras un anarquista le daba vueltas a la bechamel, una vegetariana troceaba el pollo, un demócrata fregaba los platos y un artista del papel doblado nos entretenía con sus peripecias recientes. Mientras una lingüista conectaba el proyector al pc, mi menda hacía el paseíllo de la cocina al comedor repasando la lista mental de lo pendiente. Lo pendiente: el adaptador para el proyector. Desastres de última hora. La idea hacía aguas. La cosa no chutaba.

En la pared del comedor se proyectaba el mensaje “no input” del proyecto fallido. La cocina cada vez más llena y cada vez menos birras en la nevera y más croquetas en el plato y más humo en el ambiente. Unos hablaban de lo que les habían dicho que decían en la peli. Unos se preguntaban si una croqueta redonda era una croqueta o un buñuelo. Unos hablaban de la peli de otro amigo también grabada a pie de plaza, también vista en internet, muy lejos de los Óscars. Y de vez en cuando un amigo se me acercaba y me decía: no tengas prisa, esto es una bola de nieve, cada vez será más grande. Más grande el pedo que pillaremos, le decía yo.

Y ya la comida estaba lista y nos debatíamos entre dos opciones: ver la peli acurrucados ante el ordenador o combinar el whisky con zumo de pera. Pero la idea era ver la peli, dijeron el libertario y el reformista de las croquetas. Y volvieron a intentarlo todo, conectaron el proyector a todos los aparatos con agujero que encontraron a su alcance. La revolución no será televisada y sólo nos quedan tres cervezas en la nevera.

Pues compramos más. Y se marchan a por birras y vuelven con un ordenador de recambio. Y lo conectan y le dan al play y funciona. El reformista, el libertario y la flipada. Los testarudos unidos jamás serán vencidos. Son las dos de madrugada y sí, vamos a ver la peli. Disponemos los sofás y las sillas a lo largo del comedor, cine de verano modalidad indoors. Las imágenes dibujadas contra la pared y las espaldas apoyadas contra la ventana. Por el camino dos se han marchado, tres se han dormido, se han añadido otros cuatro y las croquetas que quedan ya están pochas.

Empieza la peli con su luz de Photoshop filtrado, sus silbidos de bala, sus euforias enlatadas, sus lágrimas desvirgadas e incrédulas. Va pasando Tahrir hecha historia por las paredes y algunos cabecean, otros ríen, otros beben. En el cine del catorceavo la sesión golfa es un percal. Y la idea de tomar el comedor años después de haber tomado las plazas ha tomado una forma inesperada.

Nada es solemne a estas alturas. Pero en las alturas de un catorceavo piso cerca del mar, se proyecta por la ventana el reflejo de una peli insignificante sobre las luces de una ciudad que duerme. Un juego de reflejos, un rebote de indiferencias rebotadas. La cosa es que yo no soy quién tu pelicula dice. La cosa es que ella y él y el otro sentados en fila en el sofá hemos quedado fuera de plano. La cosa es que nosotros somos más que eso y que ellos son más que nosotros. Por ahora.

La cosa es que al terminar la peli, de la peli hablamos poco. Retomamos las risas dónde las habíamos dejado una hora y cuarenta minutos antes. El próximo día miramos una peli más normal, me dice uno. El próximo día traigo yo el ordenador, me dice otro. El próximo día las croquetas las hago yo, dice otra.

El próximo día, una bola de nieve. Un alud discreto que ha sepultado mi idea con el peso de la cosa.


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