La épica te encumbra y nunca te llama a filas. Parece sencillo de descifrar y la frase no admite demasiadas dobles lecturas, si las tuviera. Sin embargo, esta ha sido siempre una de las máximas que han aplicado realmente gran parte de las figuras de la música y particularmente las del rock occidental. No hace mucho pudimos leer estas declaraciones de Andrés Calamaro al respecto del clima social en España:
“La cultura se siente huérfana, la música esta desterrada de la cultura, cierran locales y suben impuestos” (https://cultura.elpais.com/cultura/2013/09/17/actualidad/1379444272_315523.html)
“Cuando los indignados de Sol-Vodafone pusieron un grito en el cielo, pensamos que eran manifestantes de izquierdas, pero no se definieron como tal cosa. No proponían renovar el socialismo; se contentaban con sacar fotos para subir a Internet. Fue la critica aliada con la queja y terminaron de enterrar al gobierno anterior, quizás secretamente ilusionados con una primavera marianista que nunca llegó” (https://cultura.elpais.com/cultura/2013/09/17/actualidad/1379444272_315523.html)
La postura en negro sobre blanco: por un lado, la música está perseguida. Yo hago música: yo estoy perseguido. Hago discos, que habría que escuchar al detalle, y a los que la prensa musical y seguidores deberían dedicarles todo el tiempo necesario hasta poder apreciar cada matiz de un trabajo en el que hay tantas aristas comoblablabla. Por otro lado, la ligereza (como mínimo) a la hora de levantar una opinión (si no autorizada sí amplificada, no vamos a jugar a los ingenuos: eres Andrés Calamaro) sobre el fenómeno vivido en España desde mayo de 2011. ¿A qué se refiere Calamaro con poner el grito en el cielo? ¿No es esa una frase hecha que invita a la exageración del referente? ¿Por qué necesitan que se definan de izquierdas las personas que se manifiestan para empatizar con ellas? ¿Qué mente preclara saca la conclusión de que al existir fotos de la protesta en internet la gente “se contentase” con sacarlas? ¿Conoce el “artista” el uso de las redes sociales como herramienta de cambio o sólo como medio promocional? ¿Se acuerda alguien de las maravillosas palabras (coro de subnormales, por ejemplo) que Calamaro dedicó a sus decenas de miles de seguidores hace ahora tres años: https://cultura.elpais.com/cultura/2010/08/24/actualidad/1282600805_850215.html?
Y, lo más sonrojante de todo: Calamaro se une de nuevo a otro coro, esta vez el de la Cultura de la Transición, cuando dice que con la protesta se enterró al gobierno anterior (PSOE) y que en ella había personas ilusionadas con una primavera marianista que evoca directamente a Mariano Rajoy, al PP, y a no enterarse de nada en absoluto. En este sentido, se alía con las palabras que se recogen, por ejemplo, en la autobiografía oral de Loquillo, publicada hace unos meses:
“(…) me gustaría creer en eso del 15-M, pero pasó de una respuesta ciudadana a ser algo que utilizan los partidos políticos. Total, que no se en qué ha quedado el 15-M. Y, como me decía mi padre, menos hablar y más actuar. No se trata de escuchar hora y media de lo que piense cada uno, esto creo que lo hacemos en un bar y no necesitamos para ello una asamblea en una plaza” (Loquillo, “El hijo de nadie” 2013 pág 55)
En el mismo libro, el barcelonés habla con pena del momento en que “llegaron los culebrones” y se llevaron por delante programas de Bibi Andersen con Kris Kristofferson, de cómo aquello acabó con una España que podía haber sido un referente cultural, narra una “anécdota” en la que deseó que se quedara sin trabajo a una persona que vio comprando un disco en un top manta, o deja caer que el gran problema de España es la educación porque ésta supone afirmar que el arte y la cultura son valores. También habla de la subida del IVA como ajuste de cuentas del gobierno del PP contra la cultura por haber sido esta “tradicionalmente” de izquierdas.
Vivir en contradicción es, de hecho, vivir, y ninguna persona está exenta de ello a excepción de que se retire a una remota cueva sin contacto alguno con el hábitat capitalista. Sin embargo, otra cosa muy distinta es vivir atrapado en los esquemas del poder, hacer de sus límites los tuyos propios y con ello los del sistema mismo y disparar siempre hacia abajo. Porque, cuando músicos como Calamaro o Loquillo se mofan de miles de personas que quieren (queremos) un cambio, están disparando hacia abajo. Hablar en perspectiva del pasado o de cómo deberían ser las cosas sólo forma ya parte de esa épica que ayuda a encumbrar y que, como digo, no te llama a filas porque sus condiciones nunca se van a dar. De poco vale haberse posicionado contra la OTAN o aspirar a una renovación del socialismo si todo esto se convierte en un subterfugio para la teoría y no para la acción. Y, si alguien entra en acción, ojo, porque
“Pese a que no estoy de acuerdo con el comportamiento de los políticos y pese a que no soy un ejemplo de votante regular, no me pareció que en Barcelona los indignados dificultasen la entrada al Parlament de los diputados catalanes (junio 2011). A los políticos no se les curra por las calles, se les curra en las urnas” (Loquillo, “El hijo de nadie” 2013 pág 163)
No hay ni rastro en todo el Estado español de movimiento alguno de músicos consolidados que estén dispuestos a mojarse por, por ejemplo, los desahucios. Es una palabra que rima mal en castellano, podrían decir estos “creadores”. O, como David Carabén, rostro al igual que Loquillo de una campaña del Banc de Sabadell, apuntaba en esta misma plataforma:
“També era la meva manera de respondre a la pregunta clàssica “Com és que encara escrius sobre l’amor “amb tot el que està passant”?” Doncs perquè de la crisi, de polítics i de bancs fillsdeputa, ja n’està parlant tothom. Als bars, a la feina, a la tele, als diaris. L’últim que espera sentir una persona que ve a un concert de Mishima, és que ara, “amb tot el que està passant”, nosaltres també ens apuntem al carro” (https://nativa.cat/2013/07/loportunitat-dun-gos/)
O sea, si ya lo dicen otros, mejor que mejor. En privado llegarán los “yo estoy de acuerdo contigo eh, eres muy valiente”. El que se mueva no sale en la foto. El fantasma del consenso vigila cada acto. Es ese mismo espíritu el que ha llevado a que, por ejemplo, no haya habido ninguna voz discordante con la candidatura olímpica de Madrid 2020, sobre la que el firmante sólo conoce una disensión pública dentro del círculo de artistas consolidados. Ésta: https://twitter.com/NachoVegasTwit/status/375577561830412288
El afán pragmático anti-desencanto no es sino una huída hacia adelante que engaña cada vez a menos gente. Ni siquiera es una solución personal a problemas comunes. Nadie es más listo que nadie por intentar hacer pasar un “vueltadetodismo” por lo que no es más que un ramplón individualismo, desinformación interesada, bache generacional mal llevado y desconfianza en el otro. En esa realidad idílica que ha dibujado la música a través de su historia encuentran acomodo los que mediante la épica de las grandes ideas tiñen de cinismo el presente. Aquellos a los que la épica nunca llama a filas. Los límites de lo real marcan la propia parálisis y cobardía de gran parte de unos músicos habituados a esperar, valorar y después manifestarse. Tarde, siempre tarde. Las contradicciones privadas son casi siempre el antídoto que el poder antepone a cualquier proceso social colectivo lleno de fallos. Exigir rigor y profundidad para valorar “obras” y referirse con cinismo a cuestiones que cuestan vidas no parece, de momento, muy respetable.
Ignacio Pato
Té collons que ara els pseudo-enrotlladíssims de postal no només volen jutjar qui fa o qui no fa música bona si no que jutgen el seu suposat compromís.
Més val que segueixis punxant a sales fashion pels 4 amics universitaris i no et vulguis erigir com un altre portanveu enrotllat de Moviments socials. Es un paper que et ve gran.
Calamaro, Loquillo i els crítics de les revistes de tendències sou part de la mateixa realitat.
Les seves penoses declaracions i els teus penosos anàlisi de les seves penoses declaracions són part del mateix pack de merda.