Producción cultural, performatividad y renta básica
“En el marco de una entrevista para el proyecto Globo Sonda me preguntaron, hace pocas semanas, al respecto de si la fuente principal de financiación de la Cultura tiene que ser la subvención pública o la sponsorización privada. Mi respuesta fue la renta básica” (v. también Abril Ascaso, Oscar “Per A Que Serveix, Politicament, Un Artista?”, revista Quadern, nº 190, 2013, Sabadell). Continuo por aquí….
Desde que, hace ya más de dos años, una improvisada Comisión de Cultura se sumase a los trabajos y asambleas del 15-M de la plaza de Catalunya en Barcelona, hemos asistido a la emergencia de una secuencia, espontánea y deslavazada, de plataformas de movilización cultural que han intentado hacer frente a los estragos causados en el sector por parte del golpe de Estado del capitalismo financiarizado. S.O.S Cultura, No Retalleu La Cultura, 8Octubre o Marea Roja han sido o son algunos de estos marcos de movilización colectiva en el ámbito cultural.
Principalmente, estas plataformas se han venido caracterizando –de igual manera que el resto de plataformas de sector, por ejemplo, en el ámbito de la educación o la sanidad– por una lógica atención central a sus problemáticas específicas, tales como el recorte en las subvenciones a la producción, el cierre de equipamientos culturales o el aumento de IVA.
Sin embargo, la cuestión al entorno de cuales deben ser los límites de reflexión, colaboración y acción de estas plataformas culturales, mas allá de sus problemáticas concretas, ha pugnado reiteradamente por hacerse un sitio en sus debates y resoluciones, habiéndose superado circunstancialmente la enmienda bajo el consenso tácito de que “la cultura será social o no será”. Suena bien, pero que significa, realmente, eso?
Mas allá de la lucha por un modelo que garantice y fomente el derecho al acceso universal a la cultura, sea ello desde al arbitrio de las instancias públicas o las estructuras autogestionadas, y la propia pervivencia del sector, cabría formularse una hipótesis. A saber, ¿existe un horizonte de lucha desde el ámbito cultural que vaya mas allá de esa vocación reformista, específicamente sectorial, en favor de una cooperación directa con los procesos constituyentes que trabajan por una transformación estructural de nuestro sistema político, económico y social?
En mi opinión, por ejemplo, la defensa, entre otras reivindicaciones, de la promulgación de una renta básica -una renta de existencia y, por tanto, universal e incondicionada- es un frente de lucha fundamental que, por definición, nos interpela a todas pero que, en el ámbito de la producción cultural, adoptaría una trascendencia de especial calado.
Como señala brillantemente el economista Andrea Fumagalli, en el seno del capitalismo cognitivo en el que estamos, la vida, la actividad humana, en su misma performativizacíón cotidiana, es productiva. Efectivamente, la performatividad es el dispositivo base de acumulación, de riqueza económica y de sentido social, y a traves de ella, en su incesante agenciación por parte de todas, producimos la materia prima con la que esta enésima mutación del capitalismo contemporáneo opera, el conocimiento.
En propia lógica, y con mas razón, el productor cultural genera procesos de acumulación antes de que la cadena de valor de su actividad genere un producto cultural desde el cual validarse como tal en el dominio público o en el mercado. El productor cultural (el ensayista que investiga, el actor que ensaya, el artista que boceta) devenga ya valor añadido en lo social desde el momento en que está socializándose como tal, desde su propia existencia.
A mi entender, la instauración de una renta básica garantizaría, entre los trabajadores de la cultura, no solo una mínima sostenibilidad económica, común al resto de la ciudadanía, sino, sobre todo, la posibilidad de reorientar su actividad productiva desde la actual necesidad de creación de mercaderías culturales hacia una concepción mas abierta, procesual, explorativa y colaborativa de su práctica.
En otras palabras, la asunción por parte de los productores culturales –llamémosles cognitariado, puesto que ello es lo que somos- de la reivindicación política en favor de una renta básica y su incorporación en las plataformas que luchan bajo ese objetivo, apuntaría a la constatación de una apuesta del sector por una transformación estructural de nuestro sistema de organización social pero, por extensión, también, de la propia función social del productor cultural y de su práctica profesional, más allá de ese horizonte reformista que simplemente aspira a volver a las cosas tal y como estas eran. Esto es, injustas.
Quien sabe si, a partir de allí, incluso, estaríamos, al fin, habilitados para empezar a poner en valor un modelo de práctica cultural mas allá de la tríada categorial propia del capitalismo moderno que ella significa como ninguna otra: identidad, representación y propiedad. El arte es igual a la vida, anhelaban aquellos. La vida es performativa, presumimos ahora. Pero esto ya es otra historia…
Por desarrollar un argumento, poner un matiz o animar la conversación sobre una reclamación que comparto. Quizá no se trate tanto(sólo) de pensar cómo afectaría una renta básica a la producción-vida cultural (¿liberándola?); sino en primer lugar de plantearnos ¿qué podemos hacer-aportar artistas, productor*s culturales y cognitariado a la consecución de la renta básica como derecho universal e incondicionado? ¿podemos poner en valor en esa lucha sociopolítica la creación de espacio simbólico y nuevas subjetividades o la performatividad..? ¿reclamamos la renta básica como elemento procomún emancipatorio que de poder a la ciudadanía o/y como una nueva vía para lograr mantener la incierta excepcionalidad del sistema del arte?
Gracias por el texto Oscar, pero no acabo de entenderlo. 3 temas para abrir el debate:
1) Por un lado, la centralidad del conocimiento argumentada por Fumagalli –junto a otros analistas del llamado “capitalismo cognitivo”– está bastante en crisis. Si algo ha demostrado sostenerse es precisamente un órden capitalista de lo más tradicional, el que ya venía generando ciclos de desposesión desde las primeras crisis de los 70s. Ese capitalismo financiero y la acumulación por desposesión dejan bastante trastocada la tesis de “lo cognitivo”. En el libro “hipótesis democracia” hay un capítulo muy interesante dedicado a esta cuestión: https://stupidcity.net/articulos/hipotesis-democracia-quince-tesis-para-una-revolucion-anunciada/
Pero incluso dando por bueno ese enfoque de Fumagalli, no se encontrará ni una sola línea dedicada a la producción cultural en los textos fundamentales de esos análisi. Cuando se habla de la centralidad de lo informacional y lo cognitivo, no se hace para dar una singularidad a los procesos culturales del sector, sino para explicar un supuesto cambio de régimen donde aquello que quedaba excluído de la cadena de montaje –donde para producir había que mantenerse en silencio– hoy se fomenta como elemento productivo –como puede ocurrir en el fomento de una cultura corporativa donde la vida al margen del horario labora también forma parte del proceso de producción–. La culturización de la economía y la economía de la cultura son temas diferentes y que creo se mezclan en el testo.
2) Valdría hacer un estudio para ver de qué viven quienes se denominan a sí mismos artistas o productores culturales. Lo digo muy en serio, sería seguro sorprendente. Es muy probable que encontráramos a técnicos de sonido, editores de vídeo, movedores de cajas, camareros y camareras, becarios en universidades que hacen fotocopias y un largo etcétera de trabajos cuya base podemos decir que es cognitiva, tan cognitiva como la de un pastelero (tal vez menos, incluso). Pero más allá de esto, no entiendo a cuento de qué los productores culturales deberían asumir un estatuto especial por el que cobrarían una renta básica. Tipos de reivindicaciones para la renta básica hay muchas, y sus argumentos no casan para nada con esa visión. De hecho, se habla bien de una renta básica universal (universal, no para ningún sector concreto) puesto que lo que se produce excede lo registrado en el salario –pensemos en el trabajo de cuidados, histórica fuente de expropiación de la capacidad de reproducción social–. También se habla de una renta básica incondicional y universal que otorgue una libertad ex-ante, es decir, no la libertad que cada uno pueda ganarse en un mercado competitivo de trabajo –que de libertad tiene poco o nada y de competición menos todavía– sinó una libertad material o, como mínimo, cuyas condiciones materiales estén mínimamente cubiertas antes de entrar en ese mercado laboral. En todos los casos, para todo el mundo, ciudadanos de primera, de segunda, no-ciudadanos, etc. En ningún caso casarían con un movimiento sectorial que se autodefine como productor de externalidades positivas en su entorno social. Incorporarse a esas luchas, como dice el texto, pasaría por no pensar la actividad del sector como un espacio de producción singular. Justo lo contrario, si es que lo he entendido bien, a lo que también se argumenta.
3) Pero hay algo que me preocupa más. Las mareas por la sanidad, la educación, etc. han venido seguidas no solo por profesinales del sector, sino por alumnos, padres, madres, pacientes, etc. La marea roja de la cultura sólo conseguía convocar a gente del propio sector. Esto, más allá de legimitimar o no los movimentos de la cultura nos tiene que obligar a hacernos una pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué no se reclama la cultura como un derecho por parte de quienes, más que vivir de ella, son sus usuarios/as? ¿Qué expresa esto?. Si la cultura no se ha reclamado como un derecho por parte de la ciudadanía, o bien algo se ha hecho mal o bien no es un ámbito que importe a nadie demasiado. Además, la cultura no es como cualquier otro sector. Si decimos que cultura hoy hace todo el mundo, no podemos decir a la vez que hay un sector que reivindica su especificidad. O lo uno o lo otro. Pero, además, si la cultura ha sido un artefacto de gobierno durante sus años de esplendor –en ciudades como Barcelona, esto ha sido claro– y durante tiempo se mantenía al margen de toda reivindicación social, es lógico que a nadie le interese lo más mínimo defender los derechos de un sector autista que solo se despierta cuando la cosa se ha desmoronado. Para mi, esta es una pregunta fundamental, ya que no está nada claro cuál es hoy la función pública de la cultura, menos todavía si sus reclamaciones siguen siendo sectoriales.
Para saber todo esto, primero es mejor preguntar, levantando datos y analizándolos con detalle. Preguntar de qué trabaja la gente del sector cultural, preguntar a la gente cuál cree que es la función pública de la cultura, preguntarse a uno mismo qué hace por el momento actual desde su puesto de trabajo. Sea el que sea.
Comparto totalmente tus apreciaciones, Ricardo. Esa es la cuestión. Y a partir de aquí, a mi entender, se abriría una disyuntiva: por un lado, la pregunta al respecto de cuales serian las operativas que, desde el marco de las propias prácticas artísticas, podrían ser aportativas en, por ejemplo, el fomento de la reivindicación política en favor de una renta básica pero, sobre todo, mas allá de la lógica de esos contextos, el cuestionamiento al entorno de cual podría ser el valor añadido devengado de la incorporación de los mismos actores de prácticas artísticas –y, por extensión, de la aportación de una suerte de know-how derivado de su experiencia profesional- en el sino de esas mismas plataformas ciudadanas en lucha y de sus procesos de empoderamiento –y de producción performativa- de la realidad… Creo yo.
oscar, estoy muy de acuerdo con todo lo que señala rubén a propósito de tu texto. fundamentalmente hay tres problemas serios de los que rubén señala con los que especialmente concuerdo. lo primero, que ninguna teoría sobre el capitalismo cognitivo tiene nada que ver con la cultura como sector; virno lo dice bien claro: cuando hablamos de cómo el capitalismo valoriza las capacidades humanas de producir comunicación o relacionalidad, no hablamos en absoluto de la centralidad en de ninguna ‘clase intelectual’ como sector productivo. lo segundo, que esas teorías han quedado gravemente entre interrogantes en la franja sur de europa con el deslizamiento a un capitalismo que opera mediante mecanismos de acumulación por desposesión violenta. la hipótesis según la cual el capitalismo postfordista necesita de la cooperación cognitiva para poner en valor su producción como un mecanismo central de crecimiento, ya me dirás tú dónde se verifica ahora: somos todas totalmente superfluas como fuerza de trabajo. lo tercero, que me parece bastante grave, es la falta completa de visión que ‘el sector’ tiene sobre cómo operan en la actual coyuntura los movimientos contra la crisis: apuntas que, ‘como es natural’, los sectores de la cultura se preocupan de denunciar sus problemas sectoriales al igual que los demás sectores… y eso no es cierto. la potencia de multiplicación y de articulación que las mareas por la sanidad o la educación están demostrando, por no hablar ya del movimiento por el dercho a la vivienda encarnado en la pah, se basan precisamente en saber operar desde una especie de universal específico: dar con la clave para ir más allá de las demandas ‘de sector’ para saber mostrar cómo en los problems específicos de cada sector de la sociedad podemos encontrar la clave de cuál es el mecanismo devastador arquetípico y general de la actual coyuntura de guerra de clases. dicho de otra manera: la marea por la educación me hace ver a mí, padre de familia dentista, pongamos por caso, que el problema no es cuántos profesores serán despedidos, sino cómo eso afectará directamente al futuro de mis hijos. la marea por la sanidad me hace ver a mí, madre de familia en el paro separada con tres hijos menores, pongamos por caso, que directamente vamos a morir en la calle por falta de atención médica, como resultado del número de enfermeras que despidan de los hospitales públicos en el proceso de privatización. cuando el sector de la cultura se mueve por ‘sus’ problemas, te soy sincero, me la sopla hasta a mí que supuestamente pertenezco a este sector. de ahí la incapacidad constante por parte del sector cultural o artístico de ampliarse como movimiento anticrisis y la imposibilidad de generar ningún tipo de articulación, ni siquiera empatía, en nadie directamente afectado por, digamos, la cancelación de las subvenciones de la generalitat a proyectos artísticos. lo cierto es que de aquellas lluvias estos lodos: el sector cultural/rtístico ha estado totalmente ajeno como tal sector a todas y cada una de las sucesivas ondas de movimiento que desde los noventa han acabado resonando en el acontecimiento 15m. mientras en muchos espacios empezaba el rearme para la que se avecinaba, en la cultura se ha vivido muy bien del ciclo corto de excedente de renta y del matrimonio de conveniencia con el capital financiero y el consenso político del régimen.— sin duda que estamos en un momento en el que conviene remar todas hacia el mismo lado porque hay que sobrevivir a la que se avecina, que es bien grave – pero al mismo tiempo creo que con este sector cultural tenemos que ser estrictamente severos, y de un hipotética renta básica yo excluiría como castigo a artistas, curadores e intelectuales profesionales, al menos cautelarmente; y en las plazas del 15m, el lugar que la cultura y el arte debieran haber ocupado no es una comisión de sector, sino la sillita de pensar / abrazos! y seguimos xx marcelo /
Estoy muy de acuerdo con los puntos señalados por Ricardo, Rubén y Marcelo,
Como miembro de colectivos de pedagogías y otros proyectos de educación ,matizaría varías cosas:
Primero, cuando hablamos de productores culturales, tendríamos que pensar en los temas reproductivos y de otro tipo de trabajos ( no tan innovador o de expertos de vanguardia, o no simplemente los técnicos o de asistentes). De este modo la categoría de proletariado cognitivo o de artista, e incluso productor cultural se me queda un poco corta ( en los términos que la categoría “obrero marxista” -” Salario” queda cuestionada por los enfoques de Federicci al situar lo reproductivo y los commnos como espinas dorsales de un proceso más a largo plazo de desposesión). ¿Qué pasa con las educadoras, las mediadoras, las personas que generan cultura desde lugares fuera del “sector” de las artes?. Estas reivindicaciones se mantienen también para las educadoras de museos que llevan años reclamando esto ( de los pocos sectores por cierto que han llevado a “juicio” real a museos e instituciones culturales reclamando derechos laborales y reconocimientos históricos vinculantes; Véase caso MUSAC y actualmente caso ARTIUM). Además, hablamos también del guardia de seguridad, de la mujer que limpia las salas de exposición, o de las oficinas de los espacios de co-working?
En segundo lugar revindicar una renta básica pasa por repensar la distribución de la riqueza, no simplemente los ciclos de riqueza productiva inmaterial de los productores culturales y su derecho a emancipación . Cuál es la distribución actual de presupuestos de cultura? Quién los determina? Qué pasa con las industrias creativas y las ciudades marca en relación a esta dimensión? Cuál es el límite entre artistas/ productores o comisarios que lo gestionan y la sociedad civil desde abajo que paga impuestos y tiene derecho a exigir otra gestión más pública, transparente y de democracia directa de la cultura? Qué hace el denominado “sector” cuando cambia lo político ( como gestionamos lo común desde la diferencia y la multiplicidad de subjetividades ) por lo social ( como afecta a la gente, que impacto social tiene? Qué otras experiencias de la sociedad cívica, de procesos instituyentes marcan otros modos políticos ( Proyecto Amarika en Gasteiz o los CSA de segunda generación..). Cómo vinculamos esta reivindicación política y la responsabilidad peso real de la ciudadanía, y no de un sector, y exigimos nuevos derechos/ responsabilidades políticas?
Finalmente en tercer lugar, me preocupa afirmar que los movs, de cultura son iguales que otros del 15 M, u otras mareas. Tal como describe Rubén las reivindicaciones son sectoriales, de hecho reinscriben una subjetividad clásica del sujeto creador autónomo ( mi abuela extremeña era buenísima tejiendo ganchillo, crió a sus hijos y tenias unas artes culinarias, artesanales increíbles.. entonces tendría derecho a esta renta, o sería ciudadana cultural de segundas?). A esto sumaria dos puntos:
El primero es sencillo: muchos mov. sociales ya tenían inscritas formas culturales y relaciones muy articuladas de los trabajadores culturales, no hacía falta intentar encorsetar la cultura dentro de ellos ( véase Black Panthers, el MSM, Chiapas , los casales en su momento, les cooperatives d’enseyament…) por lo que ya existen formas instituyentes y emergentes de producción/ reproducción cultural .
El segundo es un matiz ( ojo no una dura crítica): no he visto que nadie haya ocupado , se haya encerrado ni haya promulgado acciones como las de la PAH o los encierros de padres, madres, alumnos, y profesorado ( es decir la escuela entendida como una comunidad de vida).. cuando han caído centros culturales o espacios se han hecho cosas? es cierto que no cabe decir que no haya nada o acciones ( la marea roja está ahí, o el encierro del Reina), pero tampoco hemos visto una preocupación muy grande por la sociedad política de estas dimensiones, acciones que pongan un nuevo campo de fuerzas entre lo legal y legítimo, o conecte luchas sobre cultura, asambleas de barrios y desarrollo urbanístico ( gentrificación, plan Port Vell, el famoso Hermitaje o la musealización de Montjuic, FEstivalización de BCN, entre otras muchas cosas) Y esto es un síntoma de la ruina del sistema neoliberal y paternalista de políticas culturales en que estamos envueltos, de un desmesurado crecimiento y desarrolismo cultural que no cesa… y de la falta de pensar y actuar sobre lo común en cultura, investigar sobre otras historias y panoramas más complejos ( como señala Rubén) y sobre otras tradiciones políticas de este tipo de militancias ( Veáse el proyecto de Temporary Services: Art and LAbor: https://www.artandwork.us/)
Seguimos y gracias a todxs por las aportaciones
Bueno, será difícil mantener el nivel de los comentarios.
Muy de acuerdo con la mayoría de cosas que se han dicho, simplemente quiero ahondar un poco más en el tercer punto que muestra Rubén, que me parece el crucial para definir la problemática.
Qué debería pasar para que opusiera mi cuerpo como forma de resistencia para salvar el CCCB? O el MACBA? (Lo he hecho por otras causas) Cuál es la empatía que genera en la sociedad este colectivo tan abstracto, a diferencia de profesores y médicos?
Los centros sociales son el único espacio relacionado directamente con la producción y consumo de cultura por los que la gente da la cara. Pero no es casualidad, en ellos también se conquistan derechos (no solo el de la cultura), se generan colectivos (PAH), se trenzan redes de apoyo mutuo. No quiero hacer una apología de la autogestión o los CSA o CSOA, pero a diferencia de la mayoría de instituciones de carácter cultural que conozco han sabido hibridar arte y vida cotidiana o prácticas instituyentes, más allá de charlas de doctores en inglés, que también son necesarias.
Creo que una renta universal no garantizaría un acceso a la creación cultural por igual. En este sentido, es el capital relacional junto el económico el que discrimina. Por mucha renta universal no todos los que sirven copas, hacen fotocopias o recogen basuras se convertirán en directores, bailarines o videoartistas, y los criterios discriminatorios por los que no llegarán a serlo no se solventaran con 300 euros al mes.
Podría ser el fin de la cultura de lo ajeno.
Buenas a todos. Antes de nada, agradeceros las aportaciones y disculparme por el retraso de esta respuesta y que vaya a ser algo mas sintético yo en mi comentario que vosotros en los vuestros. Para empezar, Fumagalli no presume, de modo ninguno, la superación de los mecanismos de acumulación por desposesión por parte del capitalismo financiero sino, precisamente, todo lo contrario. Argumenta, con bastante lucidez a mi entender, como se activa el mantenimiento de ese expolio. No niego que algunos de sus análisis al entorno de la noción de capitalismo cognitivo puedan ser revisables, como todo, pero su defensa, por ejemplo, de la renta básica o de lo común en los términos a como la realiza me siguen pareciendo vigentes. Mas allá de ello, debatible en todo caso, sí que no alcanzo a comprender a partir de que pasaje en mi artículo se interpreta que defiendo la existencia de un estatuto especial en los productores culturales por el que deberían cobrar una renta básica. Me parece sorprendente esa lectura. Creo haber anticipado expllcitamente que la renta básica es una renta de existencia y por lo tanto universal e incondicionada. Aún así, agradezco la profundización sobre ese particular desde los comentarios. Sí que me interrogo, de hecho sobre eso y solo a eso apunta el artículo en su brevedad, por el contrario, cuales podrian ser los efectos de la promulgación de una renta básica para las trabajadoras y trabajadores culturales. Esto es, si esa promulgación podría tener consecuencias en sus prácticas y de que tipo. Por lo que respecta a las consideraciones comentadas al respecto de la cultura, comparto un buen número de ellas -por ejemplo la indiferencia por parte de la ciudadanía hacia sus reivindicaciones sectoriales (me remito, por ejemplo, a un artículo mio para Quadern citado en el mismo texto)- mientras que otras me parecen mas debatibles (por ejemplo, la presunción de que la hipótesis de que “cultura hoy hace todo el mundo” sea antónima con la existencia de un sector profesional. Yo defendería, precisamente, todo lo contrario, lo cual desactivaría la presunción de todo grado de excepcionalidad competencial a ese ámbito laboral para resignificarla desde una componente intensiva. En otras palabras, por así decirlo, productor cultural sería quien hace o desea hacer de esa pulsión consubstancial a todo actor social una profesión). Agradecer, por último, los comentarios de profundización al respecto de las deficiencias de planteamiento político en el marco de las plataformas de movilización cultural, de su incapacidad de ir mas allá de las demandas de sector o de su dificultad para la activación de propuestas de acción directa. Estoy muy de acuerdo con todo ello. Sin embargo, a mí, al contrario, como creo que es fácilmente deducible, el asunto no “me la sopla” y, de hecho, como algunas otras compañeras, precisamente, hemos echado a faltar cierto acompañamiento en la defensa de estos mismos posicionamientos en diversos contextos, como la ya citada comisión de cultura de 15M en Barcelona, donde, como es sabido, la sillita de pensar estaba abierta a todo el mundo, como bien saben los artistas, teóricos, técnicos y ciudadanía en general que se sumaron habitual o circunstancialmente a sus grupos de debate. Me dejo cosas, seguro… Salud y muchas gracias a los tres por vuestras interesantes aportaciones. (por cierto, Marcelo, que vaya muy bien mañana la presentación…).