Por ahora es un rumor.
Pocos osan hablar abiertamiente de esta afección. Pero bajo el pesado silencio de los secretos a voces, se multiplican los casos por nuestras geografías. Alguien que conoce a alguien, que en la capital, que entre nosotros, que el sobrino de una vecina, que el hijo del quiosquero, que en tu propia familia, que nadie está a salvo. Que no se puede detectar a simple vista hasta que ya está la cosa muy avanzada.
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Humanae Project © Angelica Dass https://humanae.tumblr.com/
Puesto que hasta ahora el sentido común nos había llevado a pensar que ésta no era una plaga de nuestras tierras, contamos con pocos análisis autóctonos y los que tenemos son incompletos. Algunos expertos recomiendan confiar en la sabiduría local de quiénes llevan más tiempo lidiando con tal patología. Así que con su permiso procedo a una breve reseña de lo que sabemos hasta el momento.
Los primeros casos se documentan allá por el siglo quince en tierras africanas. En las crónicas se observan vidas asalvajadas, descuidadas, poco higiénicas. Se narran estados de ánimo tendentes a la indisciplina, al furor, al estallido bruto y rabioso.
Las idas y venidas de las múltiples expediciones exploratorias-expropiatorias contribuyen decisivamente a su expansión. Primero en barco, después en trenes, más tarde en avión y siempre a duras penas ya que la afección suele atacar en sus fases iniciales al sistema circulatorio.
Y en sus estadios más avanzados, empieza la pigmentación. Puesto que la plaga se empezó a documentar en África, durante largo tiempo se creyó que era una enfermedad propia de negros. Pero los casos detectados recientemente en Europa ponen en entredicho tal asunción.
Algunos, como Achille Mbembé en su próximo libro Critique de la raison nègre, aventuran otra hipótesis. La enfermedad se manifiesta en forma de mutaciones de la pigmentación. Dicho de otra manera, los afectados se transforman progresivamente en negros.
Pero esta negritud no es más que un síntoma superficial de la verdadera dolencia, que consiste en una mutación progresiva de los seres humanos en objetos animados. En cifras, en funciones. En aquellos seres que no queremos ver, que no queremos ser.
En las piezas negras de un tablero de ajedrez donde las piezas blancas son minoría y siempre ganan. Un tablero de alfiles oscuros, mano de obra y carne de cañón para el ejército de reinas blancas, analistas financieros, emprendedores providenciales, desregulaciones albinas de la vida y de lo que la hace vivible.
Y van llegando los resultados de las analíticas. Vienen del sur diagnosticando lo negro como metáfora de este capitalismo donde la raza había sido hasta hace poco solamente una manifestación genética de la desigualdad. Este capitalismo acuoso en qué lo negro ya no es meramente raza, es condición, es experiencia. Es objeto viviente de lo que pasa cuando se encierra el alma en la estadística de lo desempleado de lo migrado de lo otro.
¿Pero cómo curarse una metáfora?
Mirandóse la piel en el espejo de los demás, negros como nosotros en la calle. Tocándose la frustración en las cumbres de decisores que hablan claro con palabras analfabetas. Hablándose a gritos en las bibliotecas de lo que no se ha escrito, de lo que se ha borrado en los caminos de la historia negra de este capitalismo patentado. Marca blanca para un futuro negro que conjugamos con la fuerza de mil metáforas compartidas.
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