Per Constanza Brncic
Pensando sobre la creación en danza contemporánea y más concretamente sobre mi experiencia en el terreno de juego, me vienen muchas ideas a menudo contradictorias y difíciles de poner en palabras. La creación siempre es un proceso complejo y lo que una sociedad hace visible en mayor o menor medida, también es fruto de muchas casualidades, posiciones de poder, intereses variados… los artistas trabajan con motivaciones muy diversas, pero sobretodo tienen una relación económica extraña con su trabajo. Nunca son independientes, son siervos. Y últimamente son esclavos de cierto sentido de la utilidad, muy burgués, por otra parte. La creación en danza responde a cómo una sociedad muestra y mira el cuerpo, los cuerpos. Y ese espacio en el que lo mirado se revela, es un espacio codiciado, un espacio político en que el poder produce lo que somos o lo que queremos ser.
La historia de la danza en Catalunya. En la Catalunya de los 90 hasta ahora. Los cambios de forma y organización de las compañías que en esa época se constituyen alrededor del coreógrafo, que suele dar nombre a la compañía… En los 2000 hay otras formas de entender la danza, la creación y el cuerpo y son difíciles de adaptar a los modelos de financiación de la cultura por parte de nuestras instituciones democráticas. Ya no hay compañías alrededor del coreógrafo, (al menos las que hablan desde la contemporaneidad, las que investigan sobre las nuevas formas) sino más bien colectivos difusos, individualidades que se encuentran y se desencuentran, nombres que se construyen alrededor de la danza, danza con poco aspecto de danza. Algunos hacen teatro al que llaman danza, otros hacen performances a las que llaman danza, otros música a la que llaman danza, todos miran el cuerpo y buscan algo. Y también hay quien no busca, no hace, no baila, no nada, muy acorde al espíritu post moderno.
Pero esos cambios que ahora mismo en 2010 me parecen antiguos ya, siguen pareciendo extraños en los organismos públicos de la cultura. Nos siguen pidiendo que les digamos el número de bolos que hemos hecho al año, cuanta gente ha visto tal espectáculo, en qué teatro se ha presentado. Y la realidad ahora es que hay colectivos -o individualidades que se encuentran-, que lo que hacen son proyectos, proyectos que quizás, aunque redunden en beneficio de la comunidad, no tienen visibilidad mediática, ni son un espectáculo para consumo y se realizan en otros contextos fuera de los Teatros. Las instituciones, con su mentalidad mercantilista y su visión de la cultura como un medio para la propaganda de un país, utilizan el dinero público para subvencionar lo que no molesta, lo que da dinero y lo que genera una propaganda pro democrática y de políticas correctas conformes con una moral burguesa (de ahí el boom de los proyectos de Creación Comunitaria, casi siempre dirigidos por técnicos y gestores cargados de buenas intenciones, con una mirada vertical sobre la sociedad, que utilizan a los artistas, no importa cuales, para llenar de contenido sus planteamientos teóricos, cargados de ideología pseudo “progre”). En realidad los más premiados en todo esto son los gestores, promotores, programadores y técnicos de la cultura, que vigilan que los artistas hagan lo que tienen que hacer, sino, “no les damos dinero” (dinero que es de todos).
Todo esto poco importa.
A finales de los 60, en Buenos Aires, iban a estrenar una obra de mi padre (el compositor Gabriel Brncic) en el Teatro Colón. La obra llevaba por título “Volveremos a las montañas”, haciendo alusión al título del manifiesto revolucionario de Inti Peredo, guerrillero y político que luchó en Bolivia junto al Ché. El día del estreno, cuando todos llegaban al Colón, amigos y trabajadores que nunca habían entrado en ese teatro, bien vestidos y con los zapatos lustrosos, vieron la zona acordonada y el teatro cerrado por un anuncio de bomba. La obra no llegó a estrenarse.
La creación es una fuerza de las personas, una fuerza que penetra el tiempo, modifica la mirada, atraviesa a quien hace, a quien mira, a quien escucha y a quien no. Por eso es poderosa y por eso siempre se quiere tener controlada. Pero no se puede. Lo que se crea siempre es para todas las personas, es más, las sobrepasa.
Pensé que lo que hagamos o no en danza o en no danza en estos tiempos no depende de nada más que de la necesidad. Si es más visible o menos, poco importa. Y que, como me dijo mi padre el otro día: “hay que liberarse de discusiones estériles que distraen a las personas y les impiden dedicar su tiempo a desarrollar su capacidad de creación”.
P.D.”Volveremos a las montañas” será estrenada en Junio de 2011 en Buenos Aires.
Barcelona, Diciembre de 2011
Molt bonic l’article, et felicito, Constanza, i estem en el mateix barco. Ens van presentar un dia en l’estudi del Joan Saura, jo sóc músic. Una abraçada i fins aviat.
Constanza, me encanta que te mojes, ojalá lo hicieran(amos) todos los que están(mos) en esto de la creación, la que sea. Así nos conoceríamos mejor.
No creo que nos oigan, ya no digo que nos escuchen, pero creo que debemos decir lo que pensamos. Para escucharnos entre nosotros y aprender unos de otros. Y para dejar constancia de que el pensamiento creativo es múltiple e irreducible. Y, como bien dice Gabriel, “dejarnos de hostias y ponernos a currar” (traducción libre mía). Estoy contigo, un abrazo.
Hola Constanza,
como gestor en una entidad pública me gustaría hacer algunas observaciones a tu post a nivel particular, pero lógicamente fundamentado en mi experiencia profesional. Espero que agradecerás un toque de disensión. Resumidamente:
1. En quince años nunca he presenciado diagnósticos del estilo “han hecho lo que tienen que hacer y por tanto les premiamos con su aportación esperada”, no creo que nadie que se considere un profesional haga ese tipo de juicios.
2. Te sorprendería saber hasta que punto somos todos conscientes de la naturaleza pública del dinero que gestionamos y lamentablemente como esa misma naturaleza nos encorseta en nuestro funcionamiento diario, lo que acaba redundando también en vosotros.
3. Es cierto que como técnicos a menudo disentimos en la valoración del resultado de un proyecto respecto del aparente potencial inicial, en cuyo caso estamos obligados a tomar decisiones al respecto. A menudo dando segundas opciones al creador/programador y en otros casos dando entrada a otros proyectos, precísamente porque los fondos son públicos y limitados.
4. Respecto a la mentalidad mercantilista, Lamentablemente los políticos solo utilizan dos baremos para refrendar la gestión de una institución cultural pública: la afluencia de público y el resultado presupuestario. Por tanto no es la institución el origen del problema. En descargo de las instituciones he de decir que aún así se siguen programando actividades para números muy limitados de público simplemente por el hecho de que somos conscientes de que en ello radica también nuestra función. Pero no por ello desestimaremos la actividades que aportan grandes cantidades de público, a las que también nos debemos.
6. No recuerdo vetos a proyectos molestos. En cambio insistiría en el hecho de que cabe la disensión. A modo de ejemplo, lo que para un creador es un proyecto rompedor -o molesto como tu indicas- para las personas que lo han gestionado y deben emitir un juicio de valor (porque en ello radica parte de su trabajo) se trata de un proyecto autocomplaciente o falto de rigor, error en el que suelen caer algunas experiencias rompedoras. Y seguro que a tí también se te ocurren algunas.
7. La cultura pública no ha dado ni dará dinero. Por tanto nunca ha sido un criterio válido de selección.
8. la mejor compensación para el gestor es ver disfrutar al creador y al público.
9. A modo de autocrítica. Efectivamente, deberíamos simplificar los procesos para dar cabida a más experiencias y en ello estamos. Entre otras cosas porque la situación actual así lo demanda.
Gracias Constanza,
si Agustí, algunos os oímos o mejor dicho leemos. un abrazo
pd: me alegro de que gabriel pueda estrenar su pieza.
Tu artículo, Constanza, me ha emocionado…
Creo que estamos en un momento difícil, demasiada gente queriendo proyectar su imagen, demasiada obsesión por la audiencia, menos dinero, mal repartido, poco público dispuesto al riesgo (o eso nos dicen)… De todas formas, coincido totalmente con tu padre, hay que currar y dejarse de milongas… Hay que resistir, encontrar esos rincones extraordinarios, juntarse con la gente que vale la pena (la hay y mucha)… Ojalá el problema fuera del mundo del teatro, de la música o de la danza, no, es algo mucho mas grave: es un problema de toda la sociedad… Lo que pasa en nuestro campo es sólo un reflejo de cómo andan las cosas… Mientras podamos, disfrutemos de nuestro trabajo.
Te mando un beso,
V.
Algú va dir allò de “…sempre es crea contra”. Estic completament d’acord amb el que dius Constanza, i ja fa temps que hi ha indicis més que evidents de que s’està obrint una mena d’esquerda entre els creadors obsedits pel seu “bolo”/s i aquells que creen des de l’atenció/escolta al món. No és una divisió simplista, no es tracta de bons i dolents, són actituts creatives diverses, divergents (?) i indissimulables!