Per Abel González
Dos fenómenos (musicales) sólo en parte voluntarios han asaltado el dominio público con un resultado de una radicalidad no prefigurada senso strictum que los equipara a cualquier acción vanguardista solo imaginable en la música contemporánea o la electrónica minimal más antisépticamente museística. Hablo de la vuvuzela y de la sintonía potencialmente eterna de la carta de ajuste de la televisión del Besós, sintonizable desde la implantación de la tdt en la mayoría de hogares de la provincia de Barcelona. Uno ha sido de difusión universal; el otro, de carácter más local. Ambos suceden a pesar del espectador: éste nunca va a buscarlos, son emisiones secundarias, subsidiarias y sucedáneas de otro fin. Uno es puro drone, el otro, mero loop. Ambos fenómenos se acercan a algún record, si bien no me hagan decir exactamente a cuál.
La vuvuzela, instrumento de viento fabricado en China, de plástico, baratísimo para los 140 decibélios de monocordia que es capaz de emitir y que pretende emular el sonido del elefante, se ha convertido en la protagonista en un mundial. Millones de espectadores han estado expuestos a un continuum que podrían estudiar Stephen O’Malley y Greg Anderson para lo nuevo de Sunn O))). Es decir, la gran masa ha tragado con un happenning auditivo que no hubiese logrado ningún dronero de pro ni que hubiese tenido la ambición de notoriedad de Spencer Tunnik. En el campo o con cualquier sistema de sonido doméstico, el ciudadano de a pie ha chupado una emisión sonora de alto rendimiento y difícil digestión. “Maximum volum yields maximum results”. Ni Messi ni Cristiano Ronaldo pudieron hacer nada para acallar un soplido popular de regusto artístico marginal. En los medios generalistas se ha hablado del umbral del dolor auditivo. El instrumento, agit-prop, ha podido con Nike y Adidas.
John Cage, Arthur Russell y todo aquél que haya sugerido la noción de música eterna se lo tuvieron que pensar. Los dueños del dominio de la frecuencia de Televisión del Besós, en cambio, han ido al grano sin tener idea. Desde su implantación hace meses, uno pasa zappeando y escucha un compás de minimal house bastante Richie Hawtin que dura y dura y dura. La cadena no emite y el televidente no tiene más noticia. Bastaría con quedarse expuesto unos días para obtener una experiencia artística de altísimo octanaje. Ya les contaré.
Ostia Abel, com m`he rigut. Molt bo el teu article. Vuvuzela i dron, jaja, mola quan la massa es posa experimental sense premeditacio.