Nat 19. abr_04. Miguel Amorós
Desde el verano de 1999 es el director de Batonga!, la revista de referencia en nuestro país dentro de la escena de las músicas del mundo que, justamente este mes, edita su número ¡50!. En este proyecto ha depositado toda la experiencia que ha ido acumulando desde que en 1993 iniciara su camino en el mundo de la prensa musical. Sus textos se han podido leer tanto en publicaciones especializadas (“Voice”, “Rock & Clàssic”, “Ajoblanco”, “Amadeus”, “Tierra”, “Songlines”) como en revistas de otros ámbitos (“Integral”, “CuerpoMente”, “Viajes National Geographic”, “Altaïr”, “Península”, “Dialogal”), siempre involucrado en la difusión de las músicas del mundo. También ha colaborado en catálogos de festivales (EtnoSur, Festival Internacional de Música y Danza de Granada) y tuvo su etapa radiofónica (Ràdio Gràcia, Catalunya Ràdio). En lo personal es discreto pero firme en sus convicciones. No es de los que les gusta resaltar en las reuniones pero es un gran profesional, y trabajador como la copa de un pino, y si muchos se fijaran en él, el periodismo musical ganaría muchos enteros.
Cuéntanos un poco cómo han ido evolucionado tus gustos musicales.
Desde pequeño he estado rodeado de músicas variadas, pues a mis padres les gustaba escuchar muchos estilos diferentes: Serrat, Abba, temas cubanos, Glen Miller, The Beatles, zarzuela… Luego llegó la etapa del instituto y me encontré con unos compañeros que me ayudaron a entrar en contacto con los clásicos de los años setenta: Led Zeppelin, Lou Reed, The Kinks, Neil Young… Al terminar el instituto, y para mantener cierto contacto con esos buenos amigos, decidimos montar un grupo en el que yo tocaba la batería y que duró seis o siete años. Fue en 1993, con la banda todavía funcionando, cuando empecé a escribir, un poco por casualidad, en la revista “Integral”. En un momento determinado (cuando empecé a descubrir la enorme variedad de ritmos africanos, centroeuropeos y asiáticos; los latinoamericanos ya los conocía un poco) mis gustos musicales se ampliaron muchísimo. Así que en una misma tarde podía pasar de Nusrat Fateh Ali Khan o Cesária Évora a The Black Crowes.
¿Esa etiqueta de “Músicas del Mundo” es algo real o más bien practico? y ¿Define algo concreto?
Todas las etiquetas tienen un sentido práctico, incluso diría que comercial. Por eso siempre digo que no hay que darle muchas vueltas al término y pensar que es el menos malo entre todos los que han ido apareciendo, igual que la democracia es el sistema político menos malo que la Humanidad ha sabido inventar. Me gusta porque iguala todas las propuestas, obviando términos que se suelen usar de forma despectiva o con cierto aire de superioridad como “étnico” o “tradicional”. Hay gente que dice que “todas las músicas son de este mundo” y, claro, tienen razón. Pero cuando en los medios de comunicación se habla de pop, nunca se piensa en Youssou N’Dour o en Marisa Monte. Así que hay que buscar un espacio para estos artistas. Es evidente que estamos ante un inmenso cajón de sastre en el que, generalmente, se coloca cualquier propuesta que tenga algo que ver con la tradición musical de una cultura, sea mucho o poco. Pero creo que el público ya ha entendido a qué se refiere el concepto.
¿Cómo se te ocurre aventurarte a dar vida a una revista sobre algo tan minoritario? Y ahora que ya van 50 números ¿Qué sensación tienes, la revista está donde se merece?
La historia de la aventura inicial de BATONGA! es muy larga, pero todo parte básicamente del cierre de una cabecera tan relevante como fue “Voice” y el afortunado encuentro con la gente de “Mondo Sonoro” (la mitad de la culpa de que BATONGA! funcione es suya). Personalmente creo que la escena de las músicas del mundo sólo es minoritaria en la atención que le dispensan los grandes medios de comunicación y en la repercusión de las ventas discográficas (la oferta es enorme). A nivel de conciertos y festivales, es evidente que tiene un peso muy importante y que cuenta con unos aficionados muy fieles, predispuestos siempre para el descubrimiento musical. Y, bueno, prefiero ser ambicioso y pensar que la revista no ha llegado a su límite. Sé que entre los profesionales es una publicación que se valora de una forma especial porque en todo este tiempo hemos demostrado un alto criterio artístico y hemos mantenido nuestra coherencia editorial.
Ahora es una discusión algo apagada, pero ¿Qué crees que tienen de bueno y de malo las revistas gratuitas?
Creo que esa discusión es estéril. Nadie discute que la radio o la televisión sean de acceso gratuito. O que se organicen conciertos en los que no se venden entradas. Sin embargo, una publicación parece que no puede funcionar así. Es algo que siempre me ha parecido muy curioso. Sin embargo, no se dice nunca que desde la prensa de distribución gratuita se está dando cobertura a cierta actividad cultural, denominada con enorme malicia minoritaria, de la que el público quiere información y que en otros medios no aparece por ningún lado. En realidad, es el lector quien acaba valorando la validez de una propuesta. Y en este sentido sólo puedo decir que la gente colecciona y solicita números anteriores de BATONGA! ¿Necesitamos algún otro criterio para saber que la revista cumple sus objetivos?
¿Cómo ves el panorama actual de la industria musical: discográficas, promotores, conciertos, músicos, medios de comunicación…?
Todos sabemos que las aguas bajan revueltas, pero no sé muy bien cómo terminará esta historia. Sólo tengo claro que la música en directo no morirá nunca.
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