Nat 6 feb_03 José Luis Martín
Estoy hasta las narices de lo latino. Sí, ya se que no se puede decir, que no es políticamente correcto y que corro el riesgo de que se utilice esa demagogia absurda que nos conserva como especie mameluca en vías de extinción y se me tache de algo que no tiene nada que ver con esta columna de opinión, pero ha llegado un punto que francamente no me preocupa.
Y es que estoy harto y cansado de esa proliferación de lo latino que vivimos o sufrimos según se mire. Canales de TV musicales que sacan filiales con el apelativo latino, grupos que de la noche al día han descubierto que su sonido es latino, otros que todavía no lo han descubierto pero están en ello, proliferación de locales de música latina, avalancha de estilos de música latina, fusión de otros con lo latino, espíritu latino, caracter latino…
Total, que lo que hace algunos años me interesaba, es decir la fusión o mestizaje de ritmos, ahora me parece –salvo raras excepciones- que es bazofia servida con guacamole, chile o churrascos, y siento una extraña necesidad de desintoxicarme, cual pinchota guilipollas y tomar dosis extraordinarias de música anglosajona, incluso de la mala si es necesario con tal de sacudirme el tedio de lo latino.
Los guaperas de antes ahora hacen latino, los carcas del pasado más roñoso ahora hacen latino, los presentadores de TV más anglófilos –aquellos que no te enterabas de lo que decían por su extraordinario acento británico- ahora tienen deje chileno, puertoriqueño o colombiano.
Pero lo que más me jode es que con el rollo de lo latino nos endosan orquestas de baile, esas de ir de pueblo en pueblo, de feria en feria, mediocres en la mayoría de los casos, pero con músicos oriundos y nos las venden como la última mezcla del rock, el pop con lo latino. Joder si es que estoy empezando a no escuchar música en castellano!
¿Y los carteles? Depende por donde vivas es increible la retaila de carteles que debes soportar, todos anunciando superbandas que no conoce ni Dios –afortunadamente- pero que son la reostia. Eso si en los pasquines que ensucian cualquier pared, buzón o espalda que se quede más de cinco minutos parada, se anuncia de paso, cuatro casas de envio de pasta, doce locutorios telefónicos, catorce marcas de cerveza venenosa pero barata, dos marcas de alcohol de 96o y una de lavavajillas para el combinado, y sobretodo culos y tetas, eso que no falte. Lo de los culos y las tetas parece que va unido a la música latina, eso o los diseñadores de carteles son unos “salíos” de mucho cuidado. Es como volver de golpe a la época dorada de Pajares y Esteso, pero convirtiendo la ciudad en un enorme escaparate de kiosko de barrio.
En definitiva, la salsa me da ardores, el merengue me recuerda a Santiago Bernabeu y me produce gases y mezclar el rock con lo latino empieza a parecerme más sacrilegio que tomar un Jackie con Coca Cola…
Total que me acuerdo de un viejo amigo que decía “Yo no soy latino, ni lo quiero ser” y lo que antes me parecía broma ahora me retumba como declaración de intenciones. Estoy hasta las narices de lo latino y me la “refanfinfla” lo que puedas llegar a pensar.
P.D.- No quieras leer entre lineas lo que no hay, esta columna es un ataque directo y sin rodeos a la “moda latina” que nos están imponiendo y que desgraciadamente está desvirtuando un tipo de sonido, mezcla o cultura musical que nos puede enriquecer, que además poco tiene que ver con la realidad.
