Nat 3 nov_02 José Luis Martín
En primer lugar la APM, o lo que es igual la Asociación de Promotores Musicales, que se queja de la prohibición de la entrada a los menores de edad en los conciertos. Esta asociación entiende que se está negando la entrada a un colectivo importantísimo que está interesado en acceder a un tipo de cultura y, por descontado, tienen más razón que un santo. Claro que también es cierto que muchos pueden hacer la lectura de: “han alimentado tanto el fenómeno “niños” de Operación Triunfo, que ahora se han dado cuenta que hay una ley”. Nadie se extraña que no pueda entrar un menor de edad al concierto de The Dictators por poner un ejemplo, pero parece imperdonable que niñas de 12 o menos años puedan hacer colas dantescas, sufrir lipotímias en primera fila o ser pisoteadas por la carrera de ver quien pilla la primera fila en un concierto de Bustamante o Bisbal. ¿Quién tiene la razón?
En segundo lugar la SGAE, AFYVE y compañía ven como un juez deja en libertad a unos magrebís vendedores de Top manta y los deja por el simple hecho de que no ha habido denuncia previa, y que debe de ser el autor que se siente agraviado quien denuncie. Claro, se quejan de que esto puede ser Can Picha a partir de ahora y que sus discos más vendidos se les van de las manos, y que la pasta que se ha gastado Teddy en promover la represión policial en lugar de educación ha sido arrojada por el retrete; y tienen razón. Claro que también están los que dicen que les importa un carajo lo que les ocurra a las compañías, que tienen lo que se merecen y que les está bien empleado: quien siembra tormentas recoge tempestades. ¿Quién tiene razón?
Por último tenemos a la Generalitat que no parece muy contenta con la aplicación de las emisoras de radio de la cuota del 20 % de la música cantada en catalán, que es una buena política de preservar la lengua y hay que seguirla a rajatabla, que no importa que de ello se beneficien grupos que hacen bazofia si la hacen en catalán, que aquí no se busca la calidad si no la cantidad. Claro que hay quien dirá que son tan catalanes Mishima como Sopa de Cabra, Sidonie que Adriá Punti, y que esa política sólo ha llevado a jorobar el rock en catalán si es que lo hubo algún día… ¿quien tiene razón?
