Nat 2 oct_02 José Luis Martín
Pasó septiembre y con él dejamos atrás la frenética actividad barcelonesa de festivales, con el BAM a la cabeza de todos ellos. Una edición que se puede finiquitar con un excelente como nota, por la calidad de las bandas y por la asistencia de público, mucho más numerosa que el año pasado, sobretodo por la falta de un cabeza de cartel en La Merçe que eclipsara el resto de la fiesta (léase Manu Chao en la edición del 2001).
Dentro del recinto de la Estación de Francia pude comprobar dos iniciativas de distinto calibre que daban la nota positiva y negativa. Por un lado teníamos la afortunada inclusión del vaso ecológico en el festival, por un simple euro se limitó la mierda de forma increíble, es decir, por la necesidad de no perderlo nos volvimos todos más cívicos por unos días, sin titar nada por el suelo, preocupándonos por el entorno, etc.. y quieras o no es de agradecer.
Y tan contento que estaba yo con mi vaso, de un lado para el otro para no perderme nada, disfrutando o sufriendo a las bandas (que de todo había) cuando zas!!! Saltan las pantallas de video entre actuación y actuación; y lo que ya de por sí me cargaba se tornó una asquerosa visión de anuncios, o spots publicitarios que queda mejor… una aberración en toda regla.
Toda la vida se ha colocado música de ambiente en los conciertos, que con mayor o menor gusto te animaban o desmoralizaban la velada y la espera. Podía darse el caso y recuerdo más de un concierto en el que la música pinchada era más gratificante que la derrochada por la banda siguiente sobre el escenario, pero anuncios nunca.
Vale que tengas que sortear gigantescos globos de bebida refrescante para entrar al recinto, vale que te encuentres pancartas y más pancartas allí donde deberían haber programas y más programas, vale que sean más pequeños los letreros del W.C que los trillones de esponsor del festival, vale todo pero los anuncios no pasan. Es aberrante, un atentando al buen gusto y desde luego una cortada de rollo importante. Hay que sacar el dinero de debajo de las piedras, cierto, pero salvando las formas, porque si no es así y puestos a rentabilizar el cotarro que cada cuatro canciones se pare el concierto y salgan un puñado de tíos y tías disfrazados de conejitos anunciando las pilas del carajo… esas que duran y duran… tanto, como la cara de algunos.